La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Las bebidas más frías de toda la playa

Los vendedores ambulantes llevan la cerveza más gélida, la que te ayuda a olvidar a los políticos papanatas

El análisis de lo irrelevante es una suerte de escapismo muy recomendable en estos tiempos de zozobra que anuncian la salida al ruedo del toro astifino del otoño. Hay veces que es mejor fijarse en las cosas sin aparente importancia, pero que hacen la vida más amable. ¿Cómo consiguen los vendedores ambulantes tener el agua, los refrescos y la cerveza más escandalosamente fríos de la playa? Mantienen las bebidas gélidas, mucho mejor que las que sirven en los chiringuitos, cuando usan neveras sin conexión eléctrica y caminan a pleno sol. Venden el agua a un euro y la cerveza a 1,50. Si encima usted compra su bebida en una playa de Cádiz tiene derecho a contemplar el pedazo de puente de la Pepa construido durante el mandato de Teo e inaugurado ya con Kichi al frente de la corporación municipal. Ese puente que fue posible gracias al ministro Rato, que ahora debe tomar las bebidas frías, muy frías porque lleva días a la sombra... Hoy toca defender a los señores del carro de las bebidas que caminan con tanto esfuerzo por las arenas. Vistos de lejos parecen la escena bíblica de la búsqueda de posada. Mirados de cerca pareciera que van hasta camuflados para evitar alguna emboscada. No hay refrescos más fríos que los de ellos. Estos días llevan hasta gel desinfectante. Son quizás los últimos iconos de cuando nuestras costas no estaban urbanizadas, lugares a los que se iba a pasar el día y que estaban entonces marcados por las dunas o los terrenos de arena o albero con algún caminillo asfaltado para garantizar los accesos. Poco más. Alguno que se ha quedado sin cambio te deja que te lleves las bebidas con toda confianza y te insta a pagarle al día siguiente, como en los antiguos comercios donde toda la clientela era conocida. Hay playas andaluzas donde ya no se les ve, tan sólo aparecen de vez en cuando los negros bien protegidos del sol y con sus expositores de gafas y carteras. Estos vendedores ambulantes de la playa son un oasis en estos días de calor, donde las noticias son como para no volver a la urbe. Mejor escrutar cómo consiguen fabricar esos carros, con ruedas adaptadas a las arenas, vehículos perfectamete tuneados, antes que prestar atención a los últimos disparates del vicepresidente de la Junta, que lo mismo llama a la rebeldía escolar que dice lo contrario en menos de veinticuatro horas. Hay que escaparse de tanta mediocridad con la observación de fenómenos que verdaderamente merecen la pena. Porque cuando aprieta el sol y uno le pega un sorbo al agua mineral casi helada que venden estos señores se olvida uno de todos los papanatas.

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