Semana Santa de 2018, segundo año de Carrera Oficial en el entorno de la Mezquita y con todas las cofradías haciendo su Estación de Penitencia en su interior. Creo que ya se puede afirmar lo que el año pasado se intuía: la decisión de trasladarla allí abandonando Claudio Marcelo y las Tendillas, adoptada el año pasado por la Agrupación de Cofradías, fue un rotundo acierto. Resulta además gratificante que gran parte de los defectos observados y padecidos el año pasado -fundamentalmente relativos a la movilidad y los accesos- o se han subsanado o, al menos, corregido de modo muy notable. Sería mezquino no felicitar a todos los actores implicados, desde la Agrupación al Ayuntamiento, pasando por el Cabildo, la Subdelegación del Gobierno y las Policías, tanto local como nacional, que han conseguido un nivel de seguridad máximo. La Semana Santa de este año ha sido, nuevamente, un éxito, que habría sido casi completo de no haber impedido la amenaza de lluvia la salida de la Señora de Córdoba.

No todo habrá resultado perfecto. Sería imposible que tal cosa ocurriese. Pero si no perfecto, el resultado ha sido magnífico. Resulta de todos modos inevitable una cierta polémica: por un lado, el solo hecho de que un evento tenga vinculaciones religiosas católicas provoca que algunos colectivos exacerben los defectos, las carencias o los errores, y por otro, en ocasiones se pretende negar estos -que en ocasiones es obvio que existen- por considerarlos una agresión a la Iglesia o al sentimiento religioso, cayendo unos y otros en exageraciones que poco aportan, que tienden a sembrar discordia y que ensombrecen el éxito de lo visto en nuestras calles, creando -espero que sin querer- bandos, donde no debe jamás haberlos.

Creo que sería un triunfo de la convivencia y de la razón ver cómo desde cierta izquierda local y sus terminales se reconoce el éxito organizativo, la modélica conservación de la Mezquita por parte del Cabildo, el acierto del traslado de la Carrera Oficial y se ofrecen ideas para construir y mejorar; también lo sería que desde el otro lado, reconozcamos por ejemplo que, quizá, la instalación de los palcos en los muros de la Mezquita no ha sido una buena idea, que habrá que buscar alguna alternativa a esas feas celosías que, tratando de impedir aglomeraciones, impedían la visión a quien no tuviese un asiento pagado o que, posiblemente, se esté produciendo un cierto abuso en las salidas extraordinarias de las cofradías a lo largo del año, convirtiendo en normal lo que ha de ser excepcional. Por esperar que no quede.

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