La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

¿Se arregló lo del transporte?

La gestión de Sánchez es una mezcla explosiva de soberbia e improvisación: va de apagar fuegos conforme se producen

Está por ver que el acuerdo del Gobierno con los transportistas sirva para pacificar a un sector cuya trascendencia para la vida cotidiana de los españoles sólo se comprende cuando deja de funcionar. Lo que sí está ya visto y comprobado es que Pedro Sánchez y sus obedientes ministras implicadas en el conflicto improvisan, yerran y se alejan, por soberbia, de la realidad más acuciante.

Se han equivocado gravemente al negarse a negociar con la plataforma que había convocado la huelga -mejor dicho, el paro- en uno de los sectores neurálgicos del país, con el argumento extravagante de que sus líderes sirven a la ultraderecha y el estrambote de que hacen el juego a Putin, salido del desbordante pensamiento de nuestra María Jesús Montero. Y se han equivocado gravemente al tardar tanto en atender las reivindicaciones planteadas. Lo que se ha pactado ahora se podía, y debía, haber pactado hace diez días, y nos habríamos evitado la violencia en las carreteras y el triste espectáculo de un país con los mercados desabastecidos, los supermercados sin leche y las grandes industrias cerrando. Un país camino de quedar patas arriba.

Sánchez, buscando uno de los golpes de efecto e impactos propagandísticos que identifican su trayectoria gobernante, aplazó todas las medidas contra el agravamiento de la crisis por la guerra de Ucrania hasta el martes 29. Su idea era convencer a toda Europa de poner topes a los precios del gas y volver a España como el gran salvador de la economía continental. Una ensoñación de las suyas que la UE no le ha comprado. Y rematar la faena en casa, con un reparto de ayudas abundante para el transporte, la pesca y el campo. Aunque la deuda pública haya pasado del 95% al 125% del PIB en dos años y alguna vez tenga que pagarse.

Es una mezcla explosiva, la de la improvisación y la soberbia. Pedro Sánchez no aparenta tener más estrategia que ir apagando fuegos conforme se van declarando y eludir sus responsabilidades en cada problema (para eso están el PP, la UE o el Kremlin). El plan es seguir tirando, no escuchar a nadie que le importune o le discuta y parapetarse tras los visillos de la Moncloa a los que se refería el escritor Sergio del Molino. Desde la torre de marfil lo que se ve y se oye no es la ira de la España más empobrecida ni la desconfianza generalizada de una sociedad sin esperanzas, sino las maniobras de la ultraderecha, la incomprensión de Europa y el inoportuno Putin que ha abortado la recuperación impepinable.

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