Una de las situaciones que más chirría a los ciudadanos -y algún comentario de calle se ha escuchado en los últimos días- es el afán que tienen nuestros diputados en el Congreso por aplaudir cualquier discurso o intervención de sus líderes y portavoces. Da igual que se hable de corrupción, de sentencias, de cambios de gobierno, de mociones de censura o de apoyos de partidos que no gustan de respetar la Constitución. Sus señoría se afanan en aplaudir como si la seriedad de los temas y la importancia que tienen para la vida del país mereciera ese batir de palmas. No se entiende.

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