Carlos Colón

50 años sin Jean Pierre Melville

La ciudad y los días

Convertir el cine negro en un ascético ritual es la rareza que hizo la grandeza de Melville

08 de agosto 2023 - 00:15

El pasado 2 de agosto se cumplieron 50 años de la muerte de Jean Pierre Melville, grande entre los grandes directores de cine y raro entre los raros. Pero raro sin extravagantes estridencias. Al contrario: por la depurada y ascética desnudez de sus imágenes. Lo propio de los directores esencialistas de hondo fondo humanista y religioso, como Dreyer, Bresson, Pasolini u Ozu.

Lo que hace tan raro a Melville es que su austero y ascético universo formal se centró casi exclusivamente en el cine negro reinterpretado en una clave radicalmente francesa que no se puede entender sin la raíz jansenista de las gélidas tragedias de Racine o los fatalistas dramas policíaco-poéticos del Marcel Carné de El muelle de las brumas o Amanece en diálogo con el cine negro americano (paradoja: el del alemán Fritz Lang sobre todo) y la filosofía oriental: El silencio de un hombre–título original: Le samurai– se abre con una cita del Bushido y El círculo rojo con una de Buda, tratando la primera del proceso de autoinmolación redentora de un solitario asesino a sueldo que vive en una desnuda celda monacal y actúa con la calma ritualidad de un samurái, y la segunda del encuentro mortal e inevitable, y por ello trágico, entre un gánster, un criminal, un policía alcohólico y un comisario perro de presa. Puro cine negro, desde luego. Pero llevado al territorio de lo que Paul Schrader, tan influido por Melville que rehízo El silencio de un hombre en Posibilidad de escape, llamó el estilo trascendental en su estudio sobre Dreyer, Bresson y Ozu. Llevar el cine negro a este terreno es la rareza que hizo la grandeza de Melville.

No se agotan en El silencio de un hombre y El círculo rojo sus obras maestras. Dirigió las que, junto a Un condenado a muerte se ha escapado de Bresson, son las dos mejores películas que conozco sobre la ocupación nazi y la resistencia: El silencio del mar y El ejército de las sombras (a las que sumo su León Morin, sacerdote). Y en el cine negro nos dio las extraordinarias Bob el jugador, Dos hombres en Manhattan, El confidente, Hasta el último aliento y Crónica negra. Que muriera con 55 años nos privó de las obras maestras que hubiera dado en su madurez este intratable, hosco y genial director que se recluyó en su estudio de rodaje de la rue Jenner sobre el que tenía su apartamento, conducía un cochazo americano y se cubría con un sombrero tejano.

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