Pues amarga la verdad

Los asesinados de ETA son de todos y eso nos configura como nación, unidos en el dolor y la memoria

Supongo que ya lo habrá dicho alguien, aunque sea amargo. ¿Recuerdan el discurso de Ernest Lluch de cuyo asesinato por ETA acabamos de rememorar el 20 aniversario? Sí, ese famoso en el que se dirige a los batasunos que berrean para reventarle un mitin y él se les encara: "Gritad, porque mientras gritáis no mataréis […] No sabéis que han cambiado las cosas, que ha llegado la democracia y la libertad a este país, éstas son las primeras elecciones en las que no va a ser asesinado nadie". Esas palabras se recuerdan con justa admiración, pero hay que reconocer también que hay en ellas un error terrible que las convierte en una ironía sofoclea. Lo de "gritad, porque así no asesináis" fue un pensamiento desiderativo. Y esto, quizá por respeto al asesinado Lluch, no se dice. Aunque la verdad nunca falta al respeto a nadie, y nos serviría para desactivar o, al menos, para abochornar a los que todavía hacen argumentos del tipo de "están en las instituciones o en los pactos y así no asesinan". Ya.

Como una verdad lleva a la otra, aprovecho para protestar por el concepto patrimonialista de los asesinados. Ningún partido debería hablar de "sus muertos de ETA", porque son de todos y los de cualquier otro partido también deben ser los suyos igualmente. Pondré un ejemplo personal. Los muertos de mi familia son casi todos muertos propios, pero dejan de serlo en algunas circunstancias. Mi tío Jaime fue fusilado en una cuneta, en Alicante, en el 36, con dieciocho años, por ésos que os estáis imaginando y, por tanto, no es sólo un muerto mío, sino de la historia de España, como constaba en el callejero de su ciudad (la misma calle de la cuneta llevaba su nombre), y ya no; y también en los muros de alguna iglesia, y no sé si todavía. Callejeros aparte, la idea está clara: hay muertos que son de todos y eso nos configura como nación, unidos tanto en el dolor como en las alegrías, cuando tocan. Los exclusivismos nos dividen.

Los asesinados de ETA que pertenecían al Partido Socialista ya no pertenecen al PSOE; ni los del PP al PP por muy estupendo que se pusiese Casado en la moción de investidura. No sólo son confiscatorios los impuestos, sino muchas maniobras retóricas e ideológicas, como las leyes educativas. Hay que resistirse a que nos quiten lo nuestro, siempre, aunque sea amargo. Y aquellas palabras de Lluch nos pertenecen a todos en su épico valor y en su advertencia trágica.

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