En el alambre

Dos candidatos, Hillary y Trump, que dan testimonio fiel del oscuro tiempo presente

Llegó, al fin, el día. Hillary Rodham Clinton contra Donald Trump. La gran batalla, pero no una batalla de luz sino más bien de sombras ortopédicas: el duelo entre un elefante pendenciero y en el fondo acobardado y un burrito casi robótico, de naturaleza recauchutada y ambición incansable. Dos candidatos, Hillary y Trump, que dan testimonio fiel del oscuro tiempo presente. La primera como representante de una democracia burguesa momificada, tomada por las oligarquías e incapaz de regenerarse, y el segundo como adalid de un ultranacionalismo conservador y antiliberal que se camufla de lo que haga falta con tal de darle la vuelta al reloj y paralizar una globalización que amenaza con finiquitar los viejos privilegios. Ambos, Trump y Clinton, marcados por vidas largas y actorales, desarrolladas de cara al público, en las que el primero representó el papel del depredador hortera con pinta de llevar bisoñé y no haber abierto un libro en su vida y la segunda el de la mujer que le pega una patada a sus presuntos ideales juveniles para desarrollar una partida de ajedrez en pos del poder. Vidas en las que la ética es sólo un falso argumento que se arruga y se tira a la basura cuando conviene. Sólo faltaría en este circo decadente uno de nuestros nostalgicomunistas que, entre la debilidad de la democracia liberal y el empuje y la amenaza de los ultranacionalismos conservadores, desempolve los ideales periclitados del tatarabuelo Marx y del bisabuelo Lenin para tratar de convencer a los norteamericanos de que también ellos pueden aspirar a la felicidad como derecho a través la nacionalización de la banca, el adoctrinamiento y los planes quinquenales. No comparecerá este tercer contendiente tan actual en la vieja Europa, porque en Estados Unidos es mencionar a Marx y que salten las alarmas, pero no será siquiera preciso para comprobar que vivimos una época de circense transición en la que el mundo parece, por falta de ideas, caminar hacia atrás. Desde aquí, desde la Hispania ulterior, periferia de este imperio XXI, veremos lo que acontece sin derecho a voto pero con la sensación de que, bien lo haga el elefante o bien lo haga el borrico, lo que toca es caminar por el alambre.

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