La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

El agujero de los muertos

Podemos maquillar los datos pero no borrar los muertos. Y poco importa si lo dice o no un test PCR

Cuando el padre del protagonista de La tierra desnuda va por fin al registro a dar fe del nacimiento de su hijo, ni acierta a recordar qué tarde de la canícula de agosto llegó al mundo ni qué nombre debería ponerle. Su mujer quiere Blas, como el abuelo, pero su suegra le advierte que si le hace caso acabará siendo igual de bala perdida.

Será Blas y nacerá un día cualquiera de agosto. Hasta no hace tanto, hasta la colonización americana y los cumpleaños impostados a lo Marilyn Monroe, lo que de verdad se celebraba en Andalucía eran los santos. Tiene su lógica. Es una festividad compartida más fácil de recordar -no hay que estar pendiente de que salte la alarma del móvil-y mucho más barata: un pack completo que une a familias y generaciones en torno a la mística de un nombre que pesa en la personalidad tanto como el horóscopo...

Todavía no sé dónde camina la novela de Rafael Navarro de Castro pero me gusta que sea el estreno de un titulado universitario arrepentido de los rascacielos de Madrid; un amateur de la literatura que maneja el lenguaje como si viniera de vuelta y un adelantado al coronavirus que supo elegir el mundo de Jiménez Lozano, Delibes y Buñuel antes de que tuviéramos que aprender que se podía sentir nostalgia de lo cotidiano.

Este lunes nos hemos enterado de que teníamos un agujero de "casi 2.000 muertos" en las estadísticas que Sanidad comunica a diario sobre la evolución de la pandemia. Nos advertía el doctor Simón que no sería fácil de comprender, que se habían detectado "duplicidades" y que se estaban haciendo comprobaciones para asegurar "cien por cien" que España está contando bien sus víctimas del Covid-19.

He buceado en la hemeroteca y me salen hasta siete cambios de criterio. El último, ciertamente, demoledor. Un error de 1.918 féretros que tendremos que asumir con la misma disciplina (y resignación) que todos los anteriores.

Pero no nos engañemos. Podemos maquillar los datos; no borrar los muertos. La bajada histórica en la factura de las pensiones no es ninguna casualidad. El lunes teníamos 26.834 fallecidos; ayer volvimos a reajustar y subimos a 27.117; y la cuestión es que no estamos ni mejor ni peor que hace una semana cuando España era uno de los países con mayor tasa de muertos y contagios. La radiografía que de verdad importa es la de los cementerios. Allí no hay falsos agujeros; hay lápidas y nombres. Vidas truncadas. Aunque no esté clara ni la fecha del principio ni el final.

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