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España, dice López Obrador, el Rey, concreta, debe disculparse por la conquista. Como en el año 19 le mandó una carta al Rey y no tuvo respuesta, que no venga a lo de Claudia, la nueva presidenta, Sheinbaum; que vengan de España los del gobierno y todo eso, pero que el Rey, ese arrogante, ni aparezca por el Zócalo. El gobierno de España no mandará a nadie a la toma de posesión de la presidenta y ha elevado una nota de protesta. Despiecemos la torpeza y la mentira.
Punto 1. Cuando un presidente toma posesión como jefe, jefa en este caso, del Estado, no es la jefa concreta la que invita al acto, no por sí misma, sino en su condición de representante del Estado y, desde tal condición, invita a otro Estado, no a un representante concreto de ese Estado por sí mismo, sino como representante. Quiero decir con esto: México invitó a España, no Sheinbaum a Pedro Sánchez. Cuando se producen invitaciones concretas (que pueden darse también) lo son a título personal. No es el caso. Invitado el Estado, es ese Estado el que decide qué nivel de representación elige para el evento. En las relaciones con nuestros hermanos iberoamericanos, habitualmente es el Rey que, además, constitucionalmente asume la más alta representación del Estado. Invitar a España vetando al Rey es decidir por el gobierno español y desconocer las reglas básicas de diplomacia.
Punto 2. La carta. En el 19, López Obrador mandó una carta al Rey exigiendo excusas. En 1492 y siguientes, ni el Rey ni yo estábamos pensados para disfrutar o arrepentirnos de la conquista. Ni López Obrador ni mi amigo Paco, en México. Lo de las disculpas es cansino. Nuestros países han superado con creces cualquier desencuentro contemporáneo que hunda sus raíces no ya en el siglo XV, sino en el XIX, con la sucesión de independencias americanas. América no necesita un enemigo histórico para explicar su suerte. En América, y en España, necesitamos fuerza, impulso y liderazgo para construir nuestra suerte. La carta, además, tuvo respuesta. La dio el gobierno de España. Dijo algo así como: no mires la historia con ojos de ahora, somos hermanos, compartimos un pasado común y tenemos una proyección futura estupenda. Si queremos, añado. Si nos dejamos de tonterías, insisto.
Punto 3. No vamos el día 1. Salvo los que, aun siendo gobierno quieran destacarse por la tangente, ese pintoresco panorama de perogrullo posmoderno mega progresista de salón, y Bildu. El resto, serio en esto, no. AMLO, solidario y generoso hasta el final, ni siquiera se lleva el mérito para liberar el inicio del mandato de Sheinbaum de una polémica estéril: ha declarado que la decisión de no invitar al Rey es de ella, no de él. Un tipo verdaderamente envidiable.
A mis amigas y amigos de México: ningún botarate de uno u otro lado (esta vez os tocó) parará lo importante: juntos, orgullosos, libres y p’alante. Las vainas del gerifalte se van. Tiene que venir bueno. Ya toca que se os acabe de agraviar.
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