Tomates y calabazas

Lourdes Chaparro

lchaparro@eldiadecordoba.com

Zamora versus Mallorca

No hay que ser muy torpe para saber que con 17 o con 18 años la vida se ve de otra manera, sin peligro

Hace muchos años, demasiados ya, que me fui de campamento de verano a Zamora. Mi memoria no recuerda a alcanzar ya el sitio concreto, pero sí que apenas había cumplido los primeros años de la que entonces era mi primera década de vida. Un campamento en el que nos juntábamos centenares de escolares de diversos colegios de la misma compañía de España y que duraban dos semanas del mes de julio para disfrute nuestro y para nervios de nuestros padres durante 15 días por aquello de a saber qué estarán haciendo allí.

Pues allí que estábamos todos repartidos en tiendas de campaña, con nuestras necesidades bien cubiertas, descubriendo nuevas amistades y lugares y haciendo fuegos de campamento cada noche, cuando un día se declaró un incendio de estos del estío que parecen no tener fin y que se acercaba demasiado a nuestros juegos de verano. Recuerdo casi a la perfección cómo uno de los sacerdotes encargados de la organización, con su peculiar gorro que a mi me parece ahora de pesca, sus enormes gafas de pasta y megáfono en mano, nos llamó para reunirnos y anunciarnos que nos evacuaba el Ejército porque las llamas se estaban acercando. Sí, el Ejército de Tierra venía para llevarnos a una población cercana y pasar una noche fuera en prevención.

Claro, a esa edad no piensas mucho en cómo estaría tu familia a centenares de kilómetro de distancia, porque estabas alucinando viendo los camiones militares llegar y aquello era como una aventura más. Claro, la situación en casa de nuestros padres era otra y básicamente, pues eso, estaban atacados de saber, con cierto retraso -porque entonces no existían los móviles- qué sucedía y cómo estábamos.

Me he acordado estos días de aquella experiencia por el macrobote de Mallorca, con la diferencia de edad de los protagonistas y que entonces no estábamos en pandemia. En este caso, la mecha la ha prendido el SARS-CoV-2, pero es que todos estaban avisados. No hay que ser muy torpe para saber que con 17 o 18 años la vida se ve de otra manera, sin peligro; un época en la que el egoísmo campa a sus anchas y no se ve más allá, y menos cuando tus familias te refrendan en tu actitud, que dejas la mar de bien reflejada en tus redes sociales. Pero como todo en la vida, la edad también se cura, como un incendio se da por extinguido, antes o después.

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