Las seis de la mañana no le dolían. La ducha tenía otra vez ese tintineo tonto al principio, cuando le costaba arrancar. Sean debería tener un poquito más de sangre y apretar para lo de la casita aquella, cerca de la boca de metro y en menos de diez paradas en Southwark, donde el trabajo. Le encantaba pillar algo para el lunch en Borough Market, como si fuera una turista, y, si podía exprimir algo el tiempo, sentarse después un rato en la Catedral. No rezaba, pero casi. Miró la foto y sonrió para sí: "Sí, mamá, ya sabes, garguera y curiosa".

Esperanza comenzaba a dar guerra. "Demasiado temprano", pensó, "la chiquilla va a empezar pronto a madrugar". Sean apareció al paso, con la niña en brazos. 2 añitos y 2 meses en el 22. Andurreaba desde pronto y ya chapurreaba sin parar. Apoyada la cabeza en el hombro de papá, abrió la sonrisa desde una maraña de pelo rizado castaño y su vocecilla cantarina arrebató un "¡Oa, ma-mi!" que justificaba cualquier mal rato. "¡Hola, preciosa, buenos días!". En casa hablaban en español, discutían en inglés, y el resto en cualquier idioma. La niña (sabia como su abuela, firme como su padre y viva como Lucía) distinguía ma-mi y da-ddy, según quién fuera, y lo mismo pedía "eche" que reclamaba "mik" para su bibe.

Lucía apagó la tele porque no quería seguir escuchando de fondo lo de Ucrania. Menudo disparate de mundo. Fugazmente recorrió los dos años de Esperanza. Vértigo. Antes de que llegara, la movida del Brexit. Enseguida que vino, la pandemia y el lockdown, todavía coleando. Ahora, lo del loco cabrito de Putin y el resto del mundo acobardado y ausente. Y, lo más importante, desde siempre, sin ella. Miró de nuevo la foto y la pena le atravesó los ojos, pero Esperanza, ya impaciente, la sujetó en lo que vale: "¡Ma-miii, e-cheee!

"¿Cou-mo ttienes ell dí-a hoy, Lus-ssía?", preguntó Sean, amable. "Como siempre. De lunes, cariño". "Puess hoy ess espe-sial, ¿no? ¡Hoy es Dí-a de Andalussía! Debe-rías ha-ser algo por e-sso". ¡Ni lo recordaba! Ni cuenta, pero es verdad, 28 de febrero. ¡Ay, la luz! ¡Cómo reparar en aquello, si ya era mucho tiempo el que llevaba sin volver! Desde lo de mamá. La cafetera subió y se apuró uno cargado. El olor del café recién hecho siempre se la recordaba. Besos a Sean y a Esperanza. "¡Have a good day!" Salió.

Martin, el barrendero de la casa de al lado, hablaba metido en un tonel. "Hey, Lu-ssia, morning! I've something for you!". "Hi, Martin, good morning! What do you have?". Martin le alargó una cajita verde. Lucía la recogió mientras preguntaba "and why?"; "cos' you give light to this street! Felis día, Lu-ssia!". La caja verde se abría blanca por dentro y luego verde en el fondo. Un clavel rojo.

Lucía, 32 años, hija de Esperanza, madre de Esperanza, pelo mojándose en la lluvia, quieta con su clavel, lágrimas de alegría, luz de su calle, sonrisa franca. Levanta, vuelve y triunfa. A pesar de todo, ahora sí, imparable.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios