Ventosidades de Lord Artur

Mas, ajado por los años y por los desmanes, se envolvió en la 'estelada' como un prestidigitador decadente

El romanticismo visto desde dentro es una cosa y visto desde fuera otra. Es decir, que si uno está loco de amor y le dice a su pareja cari, guapi o chuli se siente feliz y hasta sensato desde el interior de su pompa, pero si ve desde fuera a dos adultos hablarse con tanta melaza pues resulta cuando menos sonrojante. Tal sensación aumenta además si ese romanticismo sale del ámbito amoroso para instalarse en el ámbito político, como sucede con todos los nacionalismos utópicos que en el mundo son. Donde debería estar la razón, campo de juego de la buena política, entra entonces la sentimentalidad, que aunque en el amor, en el ámbito privado, puede ser divertida y tierna aunque empalague y acabe por esfumarse, cuanto se torna relato político se vuelve peligroso virus que además se contagia con facilidad vista la debilidad sensibloide del espécimen humano y nuestra capacidad cerebral para tragarnos cualquier ideaca que nos dé esperanzas por palmariamente falsa que sea. Lo romántico, en fin, es sólo una ilusión, y sospecho que hasta un excelso como el poeta Lord Byron incurría después de una comida copiosa en el vicio tan humano de las ventosidades. También creo que Utopía sólo suena bien como nombre de bar, y ni siquiera eso. Los humanos reincidimos sin embargo una y otra vez en ello, de lo que da muestra la manifestación recauchutada, teledirigida y artificiosa con la que un nutrido grupo de independentistas catalanes acompañó ayer a Lord Artur Mas, romántico de pandereta, para que declarase en los juzgados por el teatrucho de la consulta separatista en urnas de cartón. Banderas al aire se vieron, y se escuchó Els segadors, y el expresidente catalán, ajado por los años y perseguido por la sombra oscura de los desmanes, se envolvió una vez más en la estelada con ese gesto mecánico y triste del prestidigitador de medio pelo que abusa una vez tras otra del mismo truco mientras el público bosteza. Si alguien quiere creerse tan irrisible relato melodramático y mártir es porque quiere, y poco se puede hacer. Las ventosidades de nuestro romántico Lord Artur atufan que no veas, así que si alguien nos la huele es porque perdió el olfato entre tanta y tanta cutresentimentalidad.

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