Luis J. Pérez-Bustamante

Universidad, endogamia y dejación

HACE dos semanas hacía referencia en esta Ribera al negro futuro que les espera a los alumnos de Primaria y la ESO si el sistema educativo continúa por el camino que va. La falta de respeto al maestro en las aulas, la relajación de las exigencias a la hora de estudiar y la implementación de asignaturas de dudoso interés han hecho de nuestros pequeños y adolescentes una de las generaciones menos formadas que se recuerdan. Y esto se nota especialmente cuando llegan a la facultad.

El pasado viernes tuve la suerte de asistir a una interesante discusión entre varios catedráticos acerca de los problemas que acosan a la Universidad actual. Al hilo de las protestas contra el plan Bolonia, los docentes se enzarzaron en un debate en el que pusieron de manifiesto las que posiblemente sean principales carencias educativas. Por una parte, el fomento de la investigación en detrimento de la labor docente y el desarrollo de instituciones universitarias endogámicas han hecho que el currículum de estudios de los alumnos sea un auténtico guirigay, con asignaturas vernáculas en las que se pueden estudiar las características del membrillo de Puente Genil, dejando de lado las nociones básicas de la agricultura. O en las que se sabe todo de la vida y milagros del Duque de Rivas, pero se ignora lo sustancial sobre la Generación del 50. La absoluta independencia de los profesores a la hora de elaborar sus asignaturas lleva a que sus propios intereses investigadores y de apego al sillón primen por encima del interés del alumno. Así no hay quien logre un currículum adaptado a lo que pide el mercado laboral aquí o en Sebastopol.

Otra conclusión es la preocupante falta de formación con la que llega el alumno a la Universidad. Sin leer en condiciones, con la escritura de un sioux y con un conocimiento de idiomas circunscrito a los nombres de los juegos de la play. De este modo no hay quien ponga a un estudiante de 18 años ante un manual de 500 páginas -a pesar de que los gogos están en contra de ellos por inútiles- para que cumpla aquello de que al conocimiento se llega por el sufrimiento, entendido éste como el esfuerzo.

No me considero en condiciones de establecer una teoría a favor o en contra del plan Bolonia, no lo conozco en profundidad ni sé bien qué cambia y qué deja igual. Sin embargo, sí que conozco bien la comunidad universitaria y ahí tengo claro que mientras la endogamia siga campando por sus respetos entre los profesores, y la pasividad y la ley del mínimo esfuerzo se la tónica entre los alumnos no vamos a llegar a ninguna parte. Y este país necesita clases universitarias formadas que sepan afrontar los retos del futuro y se enfrenten al mercado laboral en condiciones. Que yo también quiero cobrar mi pensión.

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