La tribuna

Enrique Bellido / Ex Senador

Unidad no es igual a uno

EXULTANTE ha culminado Rodríguez Zapatero el 37 Congreso federal de los socialistas, en un clima desconocido hasta ahora dentro del PSOE, pues vista la situación actual del partido, nunca un secretario general, ni en los mejores tiempos de Felipe González, había alcanzado los niveles de poder que hoy ostenta ZP tras haberse quitado de en medio a los barones autonómicos del partido, asumiendo para sí mismo todos los vínculos referenciales con la militancia, lo que le ha permitido reforzar un liderazgo que, además, ha salido fortalecido tras el triunfo electoral del pasado 9 de marzo.

Con esta situación y si la economía de aquí al 2012 respeta a la sociedad española, no sería de extrañar que Zapatero no solo repitiese candidatura a la presidencia del Gobierno sino también triunfo electoral.

Por si acaso, ya ha anunciado en el congreso de su partido su intención de abordar en los próximos meses una reforma legislativa que permita el ejercicio del voto a los inmigrantes residentes en nuestro país, a la búsqueda de minar el poder municipal que los populares ostentan en las grandes poblaciones, horadando con ello parte de la estructura electoral que da apoyo al Partido Popular.

Esto, para quienes estamos muy distantes de los postulados socialistas y apostamos políticamente por propuestas liberales, resulta preocupante por cuanto entendemos que la acumulación de poder en una sola persona genera siempre distorsiona el proceso democrático, y porque, además, Rodríguez Zapatero ha venido dando muestras, a lo largo de los últimos cuatro años, de su visión desenfocada del modelo de Estado, con una propuesta federalista claramente asimétrica, y de su escaso pragmatismo económico, embarcado en aventuras de corte social, de hondo calado electoralista, que no han reportado apenas beneficios en la generación de riqueza, fundamentalmente para quienes estaban más distanciados de ella. En cualquier caso, no podemos negarle su capacidad para llegar a convertirse en un líder social en esta estructura democrática del país en la que mucho tiene que ver el papel que los opositores institucionales jueguen en cada situación.

Y así, a la unanimidad vivida en el congreso socialista hemos de oponer las discrepancias que en el seno del Partido Popular se han vivido en los últimos meses, el cierre en falso de su congreso nacional y la expresión de la crisis interna que vive esta formación política a través de los congresos regionales que hasta ahora se han celebrado. En concreto, el congreso del PP catalán ha representado un nuevo ejemplo de aquello que supone la antítesis del respeto al principio constitucional de funcionamiento democrático de los partidos políticos. Una vez más se ha optado por definir la estructura interna del partido desde el punto más alto de la pirámide, con el desequilibrio que ello genera al prescindir del poder de las bases sobre las que en definitiva debiera recaer el peso de toda la estructura.

Si Fernández Díaz, Sirera y Negrera representaban proyectos personales, como desde Génova se apuntó para aupar a Sánchez-Camacho como candidata, dejemos que sea la militancia quien decida sobre los mismos y sus contenidos sin pretender imponer, como al final se ha conseguido, una tercera vía con un, este sí, marcado personalismo, determinado por la figura de Mariano Rajoy, o quien mueva sus hilos, como principal beneficiario del dominio centralista ahora establecido. Es cierto que, al final, la dirección nacional del PP ha ganado el congreso, pero no lo es menos que se ha perdido no sólo la credibilidad democrática sino también esa unidad que se decía pretender alcanzar, ya que quienes perdieron el congreso se sienten vencedores morales desde la desigualdad de medios con la que han contado, y quienes se doblegaron ante las peticiones de Madrid, los Sirera y Fernández Díaz, no son sino meros especuladores de la política capaces de venderse en cualquier momento al mejor postor. Contrastes evidentes entre socialistas y populares que sólo se irán matizando en la medida en la que estos últimos descubran que la unidad no viene de uno, sino que representa el resultado del empeño y la participación de muchos.

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