Transnacionales

En estos personajes transnacionales como Valls está la posibilidad de construir una Europa más libre y plural

En los últimos días parece como si la sombra alargada de la España más carpetovetónica hubiera cercado a un país que languidece agarrotado, sin escapatoria previsible. Como cronistas para pintar esta triste saga de sucesos habría que recurrir al Goya de los disparates, al Solana especializado en personajes sórdidos, y al Valle-Inclán ducho, a la vez, en guerras carlistas y esperpentos. Los tres, como conocen bien el percal, nos contarían que han llegado otra vez los viejos tiempos. La única diferencia con los ambientes que ellos retrataron estriba en que ahora en el horizonte, por fortuna, se percibe una luminaria que, aunque distante, aporta alguna confianza: Europa. Quizás como institución comunitaria, no está en sus mejores momentos, pero cuando menos puede servir todavía de referencia y estimulo.

A este respecto, hay que mostrarse agradecidos a quienes han tenido la feliz ocurrencia de ofrecerle la candidatura de la Alcaldía de la ciudad de Barcelona a Manuel Valls. Independientemente de que pueda ser la persona idónea para el cargo -que quizás lo sea- y del resultado, lo importante de este ofrecimiento radica, en su carácter simbólico, al haber abierto la veda, en España, para este tipo de opciones. No se trata de confiar cándidamente en que pueden desempeñar un papel providencial, sino en facilitar, con naturalidad, intercambios y préstamos, para que la frontera entre interior y exterior sea cada vez más tenue. La idea de la integración europea incluye una paulatina compaginación de funciones y personas, de manera que las antiguas naciones se conviertan cada vez más en viejos recuerdos culturales. Y en ese empeño, el pueblo español debe estar entre los más activos, porque su clase política -basta ver lo que pasa estos días- necesita refrescarse con sangre e ideas venidas de fuera. Dando, además, ejemplo de que no hace distinciones entre habitantes del territorio común, Europa. En las pasadas elecciones municipales francesas, casi dos mil candidatos eran extranjeros. Y una isleña-gaditana ocupa la Alcaldía de París. En estos personajes transnacionales -es decir, que transitan de unas naciones a otras, borran viejas fronteras y abren nuevas ilusiones- está la posibilidad de construir una Europa más libre y plural. No tienen que desembarcar como salvadores, hay que considerarlos simplemente cómplices interesados en conducir el barco común.

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