Ahora que terminan, para muchos, unos días de descanso, esos que se viven desde distintas necesidades y prismas, desde la fe, desde el recogimiento, desde la devoción o desde el relax sin más, cada uno los ha invertido como mejor ha podido.

La primavera nos ha traído el reencuentro con lo de antes, con lo de siempre, con tradiciones y costumbres, con el fervor en las calles y las escapadas medio normalizadas. El viernes de Dolores nuestra plaza de Capuchinos ya nos daba una pista de lo que vendría, y vino, y ha venido. Las calles, las pipas, la devoción y la tradición. La posibilidad de reencontrarse con un pasado pausado, parecido, casi igual a lo de antes.

Incluso quienes no participamos, o creemos que no lo hacemos, de esas tradiciones miramos con agrado y simpatía y, desde el máximo respeto, a aquellos que de generación en generación disfrutan de esos momentos que los unen con quienes les precedieron. Desde el reconocimiento y la deferencia a las distintas formas de vivir o sentir estos días. Época de anécdotas, de trasladar y unir experiencias, costumbres, promesas, devociones. Calle y relato. Imágenes, fe o hábitos. Hacer tradición, implantar el ejemplo, cada uno con su opción.

Maneras de vivir estos días, costumbres heredadas, estaciones de penitencia que más allá de la fe expresan el respeto hacia quienes enseñaron a los que hoy la hacen a disfrutar, querer y valorar esas tradiciones. Que la tradición no es pasado, sino que tiene fuerza para hacer futuro. Y en esa tradición, consideración y tolerancia ante las creencias de todos.

Días en los que también, cada uno, desde su opción muestra y recupera lo suyo; desde los chats de grupo a los perfiles más cool, se tornan en reivindicación de tradición, algunos de fe, otros de honrar memoria y costumbres de familia. Compartiendo sentimiento, mostrando desde las imágenes que venerar a la recuperación de prácticas y usos. La evidencia de la vuelta a lo de antes, diversidad y respeto a los planes de cada uno.

Hemos vuelto a la calle, a las pipas, a los paseos en familia. A lo más parecido a la normalidad, con todas las ganas de recuperar costumbres; que hasta los más playeros, hemos hecho torrijas. Puede que la tradición también sea eso.

Tal vez mis hijas no sean cofrades, como no lo son sus padres, quizá busquen la escapada a la playa, puede que sigan haciendo torrijas con sus primas y las hijas de sus primas. Puede que viren y salgan en procesión. Solo espero que hagan lo que hagan, lo hagan desde el respeto. Que eso, también se inculca.

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