HOY no es 4 de diciembre. Y cuando lo sea, tampoco será aquel 4 de diciembre que no conocí. Ese que dicen que movilizó a millón y medio de andaluces. Cuentan que salieron a la calle con banderas inéditas. Que pedían tierra y libertad. La tierra, con los pies en el suelo. La libertad, con los puños en alto, apretando el aire en señal de pertenencia. No fue un sentimiento impostado. Había verdad. Pero el tiempo aniquila con la misma desidia las emociones y las células de la cara. Aquello pasó y no volverá a pasar jamás. Aceptémoslo. Porque morir es ley de vida. Y el ahora muere con la misma fragilidad que las mariposas.

Hoy no es aquel 4 de diciembre porque no lo será nunca. Y por esa razón creo inútil sentir nostalgia. De las palabras griegas nostos (regreso) y algos (dolor), quien siente nostalgia sufre por la imposibilidad física de volver a un lugar o a otro tiempo ya vivido. Yo no puedo sentir nostalgia por aquel 4 de diciembre. Tenía ocho años. Pero tampoco la sienten el resto de andaluces porque ni les afecta ni les apetece en absoluto revivir el mejor minuto de sus últimos 30 años. Para qué. Nadie quiere renunciar a las veleidades del Estado del Bienestar. Nadie quiere que le cuestionen su modelo de felicidad sostenible.

A lo sumo yo sufriría otro tipo de nostalgia. Más común y, paradójicamente, más clandestina, debido a ese pudor humano de no reconocer en público los errores propios. A mí me duele, como a muchos andaluces, la imposibilidad de regresar al punto de inflexión de nuestra historia para hacer esta vez lo que no nos atrevimos hacer en su momento. Por las razones que sean. Las reivindicaciones de Andalucía son los mismas de hace 30 años. Tierra y libertad. Pero no se pueden exigir como hace 30 años. Porque la tierra no la pisan jornaleros ni la libertad está secuestrada por un dictador militar. Todo es más sutil y complejo. La lucha de clases ha sido sustituida por los sindicalistas liberados y la responsabilidad social corporativa. La tierra por promotoras inmobiliarias. La libertad por las cuotas políticas y las campañas electorales. La autonomía por una dependencia umbilical con el Estado y elecciones conjuntas. La democracia por bipartidismo y abstención. Una mierda que apesta y de la que los ciudadanos huyen en defensa propia.

Hoy no es 4 diciembre porque no lo será nunca, ni debemos sentir nostalgia por ello. Hoy es otro 4 de diciembre. Esperanzador si los paradigmas andaluces de convivencia, comunidad y vínculo con la tierra, sirven de modelo al planeta frente a la deforestación cultural, política y ecológica que está provocando el liberalismo globalizador. Y para conseguirlo tenemos que volver a reclamar tierra y libertad. Pero con discursos diferentes, nuevos, alejados de los postulados filosóficos del XIX. Es sencillo. Exijamos para Andalucía lo mismo que pediríamos para cualquier otro pueblo del planeta. Para volver a ser lo que fuimos, seamos lo que siempre hemos sido: ecologistas, universalistas, solidarios, mestizos, utópicos, sencillos, cultos. Andaluces. (Texto leído hoy en el acto homenaje por la muerte de García Caparrós).

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