Susana y los viejos

En la política española ¿hay un implícito gambito de reina invertido, un interés solapado en sostener a Susana Díaz?

Las elecciones tendrán mucho acento andaluz, pero su idioma será el castellano. No porque pongan a España en vilo, sino por lo contrario. Lo más importante de las elecciones andaluzas ya ha pasado: su convocatoria. En este momento y con ese criterio ("para que Andalucía no padezca la inestabilidad que hay en todas partes") es una crítica en toda la línea de flotación del Gobierno de Pedro Sánchez.

Esa crítica explica por qué la incertidumbre que producen las elecciones resulta tan limitada. Ninguno de los grandes partidos de la oposición va a querer hacerle demasiado daño a Díaz. Obsérvese a los líderes de las siglas rivales: ni Moreno Bonilla ni Juan Marín se antojan gigantes que vayan a hacerle sombra. Sangre, desde luego, no hacen, aunque podrían. La perpetuación en el poder del PSOE, los niveles resultantes de desarrollo económico, el paro, la educación, la corrupción (de cantidades millonarias y de cualidades ínfimas -véanse los prostíbulos-) harían posibles unas elecciones a cara de perro. No lo serán.

La inmovilidad del poder en Andalucía puede percibirse desde fuera de la región como un indicador de nuestra pasividad ancestral, pero para ser justos habría que sopesar también la actitud y las políticas de los partidos rivales. Mi tesis es que hay un gambito de reina invertido, un interés solapado en sostener a Susana. ¿Por qué? Para tener un recambio sensato a mano dentro del PSOE, que sigue considerándose el partido clave de la democracia española, aunque algunos discutamos ese extremo.

Lejos de mi intención desmerecer a Susana Díaz. Ella ha sabido ganarse ese lugar de cara amable y depósito de esperanza del PSOE más institucional frente a Pedro Sánchez y su PSOE podemizado. Lo ha hecho con cálculo, contactos con los viejos históricos del partido y mala idea. La inestabilidad como justificación de la convocatoria ya la hemos comentado. Tampoco es poca crítica separar las elecciones andaluzas de una convocatoria nacional para no arrimar el hombro ni un poco y para dejar claro que la concurrencia con Sánchez la considera de mal fario. Pero también Susana Díaz se ganó a pulso su zona de confort político gracias a una lealtad sincera a la nación española, que hay que reconocerle.

La falta de tensión que tendrán las elecciones andaluzas no debería engañarnos. Por debajo, se agitan las placas tectónicas de la política nacional y la reestructuración de bloques.

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