Soraya rumia su derrota

Mientras siga herida la reputación académica de Casado a sus adversarios les estimulará el olor a sangre

A los socios de una coalición adversa les resulta mucho más fácil derribar al rival común que construir algo juntos. La prueba más inmediata es el calvario que soporta en Las Cortes el Gobierno hiperminoritario de Sánchez, ninguneado por los participantes en el impeachment a Rajoy en materia de televisión pública o techo de gasto, por poner dos ejemplos. Añadan a los perdedores de la moción de censura enrabietados, como si fuese ilegítimo su desalojo del poder. Todos en contra. Algo parecido le pasa en el interior del Partido Popular a su flamante nuevo presidente, Pablo Casado. Elegido por otra coalición adversa, la del frente antiSoraya, cercado por la instrucción judicial de un máster obtenido en extrañas circunstancias y con la derrotada sublevada.

Resulta que cuando Soraya Sáenz de Santamaría pensaba que iba a ganar, contó al final de su discurso en el congreso del PP la ejecutiva monocolor que proponía, en la que reservaba cinco puestos de vocales de libre designación para los perdedores (de Casado). Y ahora que la vencida es ella, exige un porcentaje en la ejecutiva similar a los votos obtenidos; algo que nunca ofreció a su rival. A eso se le llama no saber perder. Hay más datos que completan este cuadro. El célebre periodista Pepe Oneto reproducía el lunes en un tuit una conversación de Javier Arenas en el AVE a Sevilla: "Tendrán que contar con nosotros, que somos un 42%. Yo seré secretario del Grupo en el Senado. Además esto puede durar lo mismo que Hernández Mancha...". Arenas desmintió la información: "No hice los comentarios que me atribuyen y no volví a Sevilla en AVE". A lo que Oneto replicó que lo último era cierto, que el tren no iba a Sevilla, sino a Málaga.

La frase puesta en la boca del estratega jefe de la ex vicepresidenta resulta coherente por la actitud fraccionalista y esquiva adoptada por los sorayos y aquellos veteranos que apostaron a ganadora segura y se equivocaron. La gente de Casado anda conjugando el verbo coser. Término que tiene mal fario. Fue el que utilizó Susana Díaz cuando se ofreció al PSOE para curar las heridas de la defenestración de Pedro Sánchez en 2016, que ella misma había capitaneado. Sabemos que los socialistas no dejaron coser a Díaz, pero en este momento ignoramos la fortuna que tenga Casado en la misma tarea. Dependerá mucho de que consiga despejar pronto el embrollo respecto a su currículo académico. Mientras que siga herida su reputación, a sus adversarios les estimulará el olor a sangre. En eso andan.

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