Sencillas cosas

Nada agrada más a un escritor que ser leído, importándole mucho menos el desacuerdo posterior

Al filósofo Ruiz Zamora no gustó, según contó aquí en su artículo La eutanasia de las cosas sencillas, uno mío sobre el particular. A mí el suyo, sí. Nada agrada más a un escritor que ser leído, importándole mucho menos el desacuerdo posterior.

Espero que a él le pase igual. Empieza asegurando que le parece bien que los creyentes opinen, pero mal "conferirle al debate una apariencia de racionalidad para no asumir que lo que finalmente hay no es sino un dogma de fe". Es un recurso de los más diestros ateos o agnósticos, sacando así al católico -con mucho respeto formal- del foro público. Achacan cualquier cosa que uno sostenga a su credo. Lo que en última instancia es verdad, pero no en el plano social en el que se mueve la discusión civilizada. Imagine Ruiz si yo, a cada frase suya, le objetase: "Usted confiere al debate una apariencia de racionalidad, para no asumir que lo que finalmente le sostiene es su fe en el materialismo". También sería verdad, pero resultaría descortés y, lo que es peor, no nos llevaría a ningún lado. Vayamos, pues, a los hechos concretos.

"Muchas veces le hemos leído a Máiquez", prosigue el filósofo, dándome otra alegría. Pero luego no me ha leído (lo que entiendo porque escribo incesantemente) la de veces que me he escandalizado aquí de que la eutanasia no se aprobase mucho antes que el aborto. A fin de cuentas, se dispone de la propia vida y no la de un ser humano indefenso.

Sólo a partir de eso hay que entender mi defensa (quizá muy entusiasta, le concedo a Ruiz) de la piedad y el cuidado frente a la eutanasia. Que no es para forzar la libertad de nadie, como él ha entendido, sino para que no se aboque a ninguno a preferir su muerte. La profesora Elena Postigo ha comprobado que la ley usa la palabra "eutanasia" 24 veces y "prestación" 63 veces, pero "cuidados paliativos" sólo 4. "Muerte", 14 veces, frente a cero "cuidar" y cero "acompañar". Contra esa descompensación, escribí aquel artículo.

Sobre los casos desesperados que exhibe el filósofo, se sabe que el cuidado y el acompañamiento los reducen casi todos. ¿Quedan otros? Muy pocos, sí, y las atenuantes del Código Penal pueden sopesarlos sin desproteger ni trivializar un bien jurídico esencial como la vida, y sin crear ni un coladero ni un atajo para ahorrar en paliativos; que imagino que no deseará nadie.

Cabe que Ruiz siga sin estar de acuerdo con lo que pienso, pero ya lo sabe.

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