Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre

Saneamiento público

TODO lo que está ocurriendo en el PP es un saneamiento democrático. La democracia es un cuarto de baño en el que entra todo el mundo a hacer su pis: unos tiran de la cadena y otros no, y otros además hacen más cosas. En un cuarto de baño puede hacerse absolutamente de todo, y esto es lo que se hace en una democracia. La democracia, como el cuarto de baño, nos limpia y nos hermana, nos sintetiza en la postura homogénea, que es una manera de mirar la vida sin diferencias de clase. La democracia, como sistema, trata de impedir que las diferencias de clase marquen el carácter de la vida, que haya una igualdad muy se servicio, higiénica y plural.

Nadie habla nunca de lo que se hace dentro de un cuarto de baño, aunque nuestros ancestros cordubenses se hartaran de charlar mientras obraban, lo que era una costumbre aristocrática con el plus humanísimo y moderno de no privatizar lo transitorio. En los partidos políticos modernos, el saneamiento debiera ser continuo. Ocurra lo que ocurra en el PP, a pesar del disparate ideológico que supone impostar una crisis teórica, sustentada entre el irrebatible liberalismo económico de Aguirre y la muy constitucional y quizá poco original socialdemocracia de Rajoy, esta discusión es una bocanada de aire puro, un diamante de agua en las pestañas, una pituitaria que regresa lozana y cristalina, igual que vuelve suave el pleno olfato después de un año entero sin fumar. A la democracia interna de los partidos, a su verdad orgánica alejada de una sucesión sobre el dedazo, le está volviendo el olfato después de cuatro años de una realidad angosta y fétida, ahogada en estos humos de cocina de cualquier barecillo de fritanga que casi nunca exuda el estertor.

Esta sensación de potestad, de alejamiento múltiple de la vida laboral de cualquier ciudadano, otorga a la política un hedor cansado de fritanga. La política es fritanga, un aceite sucio en la cocina luego disfrazado de una buena carta con varios tenedores en la puerta. La política actual tiene muy pocos tenedores verdaderos, por mucho que los saque hacia la calle y haga una proclama del vacío. La política, hoy, es un vacío. Lo que está ocurriendo en Córdoba con el caso Torreblanca no es sino un escorzo de vacío, de humo y de fritanga, un atasco brutal del urinario, una putrefacción que rasga el aire igual que una sangría de chinchetas. Las páginas de los periódicos dan noticia de una corrupción en movimiento, presunta hasta ahora mismo, y parece que el escándalo llegó con la noticia, o con la oposición, y no con la opacidad del Consistorio. La política, hoy, es una opacidad, y por eso cualquier debate público, con todo lo que tenga de pulso o de accidente, es un saneamiento imprescindible.

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