La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Sánchez tampoco quiere

Parecía escoger a sus socios y aliados por necesidad y a regañadientes, pero todo era una estrategia

Al principio de la legislatura se podía pensar que Pedro Sánchez formó coalición con Podemos y buscó como aliados preferentes a ERC, PNV y Bildu porque no le quedaba más remedio. Por necesidad y a regañadientes. Pronto se vio que no era así. Obedece a una decisión estratégica, muy interesada: la alianza de la llamada España plurinacional es la única que puede frenar el avance de la derecha antisocial y rehén de la ultraderecha.

La estrategia exigía dos requisitos con vocación de permanencia. Uno, la disposición a hacer concesiones a los socios de investidura, habitualmente movidos por intereses particulares, territoriales o ideológicos, con riesgo de socavar el interés nacional (con los aliados podemitas no hay problema: Sánchez los maneja y los vampiriza desde su enorme poder). Dos, la negativa a dar cuartelillo a la oposición. Nada de negociar, pactar o transigir con quien te quiere quitar el cargo, la vivienda y el avión.

Ni siquiera cuando el país atraviesa las inmensas dificultades en las que ha estado y está inmerso (ha tenido mala suerte Sánchez). De una pandemia insospechadamente grave a una inflación que empobrece a más gente que ninguna otra variable económica, incluido el paro, y de una guerra imperialista al lado de casa a una emergencia energética y climática que obliga a sacrificios nunca conocidos en generaciones, con un horizonte casi seguro de recesión, que ya es algo parecido al infierno de mayor sufrimiento colectivo.

Bueno, pues todo eso no ha sido capaz de alterar el designio de Pedro Sánchez de gobernar por decreto, haciendo equilibrios en el alambre para cada proyecto o programa relevantes y sin contar para nada con el principal partido de la oposición ni con las comunidades autónomas que, en España, disponen de tantas competencias que casi ninguna política de Estado se puede aplicar sin su concurso. Ni se negociaron los estados de alarma y las medidas contra el Covid, ni se han negociado antes los sucesivos planes económicos ni ahora las restricciones al consumo de energía comprometidas con Bruselas y comprometidas con el sentido común.

En lugar de buscar el consenso de buena fe, tomando la iniciativa y atendiendo las propuestas de la otra parte -lo que no significa aceptarlas sin más-, de lo que se trata es de decidir unilateralmente, imponer hasta la última coma y, claro está, aleccionar a la opinión pública en cuanto se produzca la menor discrepancia: no ayudan, no arriman el hombro, no tienen sentido de Estado, no defienden a la clase media trabajadora, merecen seguir en la oposición.

Ni Sánchez ni Feijóo ayudan a España.

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