La esquina

josé / aguilar

Salvar la Monarquía

EL Rey tomó en enero la decisión de abdicar en favor de su hijo Felipe y la comunicó a Rajoy en marzo. Fue después del año horrible de la Monarquía española, cuando su valoración entre los españoles, que había iniciado su cuesta abajo en 2004, alcanzó las más bajas cotas imaginables, situándola al mismo nivel que los partidos políticos, los sindicatos o la banca. La diferencia entre partidarios de la monarquía y defensores de la república corría hacia su desaparición, e incluso inversión.

El contexto no podía ser más desfavorable: grave crisis económica, empobrecimiento colectivo y desigualdad, desprestigio de todas las instituciones del país, desafección hacia la política. Y la Familia Real, con Urdangarín como mascarón de proa, no estuvo libre de la pandemia de la corrupción. La propia figura del Rey dejó de ser un tabú en el sistema mediático -en la calle nunca lo fue-, cuestionada por la cacería de Botsuana, Corina, los negocios y la salud quebradiza (nueve intervenciones en cinco años), que es siempre una buena razón para que los reyes abdiquen.

Al desgaste de su estado y al desgaste del Estado que simboliza y encarna ha respondido Juan Carlos de Borbón con la inteligencia, responsabilidad y entereza con las que afrontó los grandes y graves momentos de su reinado. Como en 1975 a 77, cuando renunció a los poderes heredados de Franco para hacer posible la reconciliación y la democracia. Como en 1981, cuando desarmó el golpe militar que pretendía una vuelta violenta al pasado. La legitimidad de ejercicio se la ganó de sobra con la devolución de la libertad a los españoles.

Ahora ha comprendido que muchos españoles, en uso de esa libertad irrenunciable, estaban cuestionando su continuidad, y ha tomado la última de sus decisiones trascendentales, probablemente la que jamás había pensado adoptar y la que más le duele a quien ha sido Rey durante más de 38 años y está convencido de que los reyes sólo se van cuando mueren. Una aportación más al interés supremo de España y un servicio a la institución que encarna.

Porque la abdicación en favor de Felipe, presentada por su padre como la entrega del testigo a las nuevas generaciones, es el mecanismo imprescindible para salvar la Monarquía, atacada desde dentro y desde fuera, que corre peligro de derrumbe en la vorágine del deterioro institucional que nos azota. Un cambio para sobrevivir. Justificado para el Rey y para España.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios