Abandono mi hábito de no utilizar este espacio semanal para referirme a lo que hago para ganarme la vida, el peor oficio del mundo, según dijeron el otro día. Un punto muy particular que tiene soliviantado a medio país, con unos buenos, usuarios de la justicia; otros malos, los que se oponen a ellos, también usuarios de la misma justicia; y los villanos necesarios, en esta ecuación simplista: los abogados, o sea, yo también. Es la movida de las cláusulas suelo. Vamos a ver, muy sintéticamente: las cláusulas suelo son limitaciones a la bajada de los tipos de interés que se pagan en una hipoteca variable. La hipoteca suele fijar el tipo de interés aplicable sobre la base de un índice de referencia, normalmente Euribor, incrementado en un punto, punto y medio o lo que sea. Pero, si hay cláusula suelo, por mucho que baje el índice, la hipoteca no baja. La cuestión es que en la mayoría de las hipotecas no se informó correctamente de cómo funcionaba o, directamente, no se informó de nada. La gente necesitaba financiación, se la daban y punto. Vale. Las cláusulas suelo llevan reclamándose años y además se ganan en los juzgados en la práctica totalidad de los casos. ¿Qué pasa ahora, entonces? El Tribunal Europeo de Justicia dijo antes de Navidad que lo que se hacía aquí no era suficiente y que los bancos, en lugar de devolver lo pagado de más solo desde mayo de 2013, cuando se pronunció el Tribunal Supremo español, tenían que devolverlo todo, desde el principio de cada hipoteca afectada. Y eso es mucha pasta, que, obviamente, los bancos no quieren devolver por las buenas.

La cosa es para alucinar porque el Gobierno aprueba, con muchas dificultades para alcanzar un acuerdo, un novedoso "procedimiento extrajudicial" para que los bancos devuelvan, más o menos amablemente, ese dinero. Y añaden siempre el vocablo "gratuito". Muchos despachos de abogados, en la jungla del mercado, inundan los medios de comunicación con publicidad machacona que mezcla, con más o menos ingenio, las palabras "recupera" y "gratis". Y los bancos no sueltan un euro. Ni tienen mucha voluntad. Todo cambia para que nada cambie.

Es una gran farsa. Siempre se ha podido reclamar a los bancos, esa vía existe y ha existido, y es conveniente hacerlo asesorado. La verdad es que, salvo escasas excepciones, la respuesta, cuando se ha dado, ha sido no. Entonces, se demanda. Y, normalmente, pierden los bancos. Trabajo que, como cualquier otro, no es gratuito. Y lo saben. Y el gobierno también. Mucha pasta, insisto. Pasta que, mientras marean la perdiz, sigue estando en sus cuentas. Los villanos, tan malos, son los únicos que han conseguido que los bancos pierdan. Y no es gratis total: es creíble. Lo demás es confundir al personal y tirar por los suelos el esfuerzo de muchos profesionales para salvar la honra de quien la arrojó a la basura. Con intereses.

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