La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Rufián, otro que desnuda a Pedro

Llaman desjudicialización de la política a crear un espacio de impunidad para los sediciosos pactado con ellos

Si Otegi ha ido desnudando a Pedro Sánchez con la retirada de la Guardia Civil de Tráfico de Navarra, tan simbólica, y la brutal confesión de que el Gobierno de España es rehén de los enemigos de España, Rufián le ha sacado todas las vergüenzas al aire al proclamar desde la tribuna del Congreso que con la eliminación de la sedición del Código Penal, nada simbólica, le hemos quitado su juguete a los jueces fascistas.

Así es como la semana que iba a ser triunfal, con la aprobación de unos Presupuestos bastante adecuados a la realidad económica nacional, la entronización de Sánchez como líder de la Internacional Socialista y hasta la superación del problema Irene Montero gracias a la inestimable colaboración de una diputada tosca de un partido atrabiliario, inútil y extremista, ha terminado damnificada por la constatación de preocupantes verdades ocultas.

A saber, que la despenalización de la sedición no se hace para homologarnos con los Códigos europeos, que son distintos entre sí y que no dejan de castigar las sublevaciones contra sus Constituciones, ni para mejorar la convivencia en Cataluña, que sólo mejoró cuando el Estado reprimió con medios legítimos a los que se levantaron contra la española. La despenalización de la sedición, negociada con los sediciosos, se está haciendo para librar de parte de su sanción penal a Oriol Junqueras y demás cabecillas de la sedición de 2017, aliviar la suya a Puigdemont y otros y garantizarles que si se les ocurriera reincidir no volverían a pisar la cárcel. Como una amnistía algo tardía, pero tan efectiva como preventiva a futuro.

A esto lo llaman desjudicialización de la política. A crear un espacio de impunidad específico para la clase política independentista, cuyos actos -habrá que decirlo una vez más- no fueron perseguidos por proceder de una ideología nacionalista, republicana, separatista o todas ellas al mismo tiempo, sino por ser delictivos. Ni se limitaron a ejercer la libertad de expresión. Se levantaron contra la legalidad democrática y abolieron la Constitución durante un rato (sin armas, ciertamente, no como en 1934). Fueron procesados, juzgados y condenados por el tribunal correspondiente.

El Gobierno los indultó parcialmente y ahora asume que aquella revuelta nunca mereció ser tratada como delito. Sobran, pues, los jueces en asuntos de Cataluña. Sobra el juguete en manos de los jueces fascistas, que dijo Rufián. Una autoridad.

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