La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Rubi, Geri y sus desahogos

Cederle la Supercopa a los sátrapas saudíes beneficia al fútbol modesto español, y también a Rubiales y Piqué

Lo más llamativo del negocio montado por el ex mediocre futbolista Luis Rubiales y el futbolista de primer nivel Gerard Piqué no es la trapacería en sí misma, el fraude económico y moral que supone, la confusión de los intereses particulares y el interés general o el afán conjunto de pillaje. No. Lo más llamativo es la naturalidad con la que lo enfocan. La normalidad con la que viven sus episodios de enriquecimiento ilícito (total, nada de lo que han hecho es ilegal). Su desparpajo. Su desahogo.

Claro, si han considerado lo más normal del mundo llevarse los partidos finales de la Supercopa de España a cinco mil kilómetros de España y blanquear una de las peores dictaduras del planeta a cambio de 240 millones de euros en seis años -y cuatro por año para uno de los dos colegas-, ¿cómo van a fijarse en los detalles secundarios de la operación? Detalles como que en Arabia Saudí ejecutan a los homosexuales por serlo, impiden a las mujeres acudir al fútbol -el gran logro es que podrán hacerlo en la Supercopa- y el régimen persigue a los disidentes dondequiera que estén (a un exiliado le tendieron una trampa en la embajada saudí en Turquía y salió de allí troceado camino del vertedero).

Ciertamente con 240 millones se pueden hacer muchas cosas en favor del fútbol modesto español, aunque para el donante suponga pura calderilla, y no tengo dudas de que eso se hará. De modo que son simples detalles el hecho de que estas cifras mareantes repercutan también en el sueldo de Luis Rubiales, que tiene variables, como el de un ejecutivo de la banca (ha renunciado a su porcentaje tras el escándalo), o que el intermediario Gerard Piqué sea futbolista en activo en uno de los clubes que participará en el torneo que su empresa ha gestionado para que se celebre donde se va a celebrar. Y no ve que haya conflicto de intereses. Al contrario. Está tan encantado de haberse conocido que siendo un independentista pata negra no duda en sugerir que el rey emérito les eche un cable con los jeques ni en pedirle expresamente a su colega-presidente que lo enchufe para ir a los Juegos Olímpicos con la selección española cuyo himno y bandera pitan sus amigos. Su colega, por cierto, también ha estimado un detalle sin importancia cobrar de la Federación una ayuda a la vivienda estando censado en Madrid.

Rescatando una bella palabra antigua: una pareja de apandadores. Dentro de la ley, no como los Medina y Luceño.

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