Si las siete y veinte de la mañana nos pilla con el desayuno de las niñas ya puesto, es que vamos bien, si el informativo local nos sorprende aún en la cama, vamos tarde, si para el boletín de las en punto estamos lavándonos los dientes, llevamos el ritmo correcto, si abre las noticias de Andalucía y aún no nos hemos colocado las mascarillas, hay que correr. Deportes en el ascensor y la información del tiempo poniendo un pie en el portal, así medimos la rutina matinal en casa, sin reloj; siguiendo el cronómetro de nuestro transistor. Distintas fuentes de sonido repartidas por habitaciones pero aun así, yo voy moviéndome con mi vieja radio, esa sin tecnología punta, esa de pilas alcalinas contaminantes.

Aparcar y apurar minutos, aferrarte al abierto, la frustración intersemanal por perderte la tertulia, resarcirte el sábado, apuntar en el sobre del seguro de la guantera la recomendación literaria y en el último tique de compra pisoteado por el suelo del coche, el cantante o la canción. Reírte a carcajadas sola en el semáforo o parar en batería porque la emoción de lo narrado no es compatible con la conducción. Voces amigas que te acompañan a diario, opinólogos varios de los que aprender y con los que indignarte, sentirte una tertuliana más, interviniendo a voces e increpando a veces. Confirmar politólogos a los que admirar y opinólogos mediocres con los que discutir sin respuesta.

Ahora que tantas veces me indigno, que muchas otras me siento manipulada, ahora que constato que nos cuentan que lo bueno no es bueno si lo propone el uno y que lo malo es más malo si lo ejecuta el otro, ahora que percibo que hay mucho que no nos quieren contar y nos cuentan lo que quieren, ahora que cuesta tanto encontrar referentes, pienso en la radio y en otras épocas.

Pienso en aquella en que no éramos huérfanos y nuestros referentes presidían la mesa, pienso en aquel entonces en que teníamos tantos seres brillantes alrededor a los que admirar. Pienso en sus historias, en las batallitas con la Pirenaica o en la noche de los transistores. Pienso en lo motivador que es sentir admiración.

Le debo la radio a mi mejor amigo. Ese con el crecí y con el que compartí tantos miedos y tantos sueños. Ese con el que sigo compartiendo otros sueños y otros miedos. Ayer celebré el Día Mundial de la Radio, sintonizando y disfrutando de ella. Cuestionar, ser crítico, debatir y admirar. Si no lo hacen, ¡resintonicen!

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