Ferragosto

Juan Luis Piqueras

Res púbica, res pública

Ha dicho uno -y ha dado en el clavo- que el rey lo es por la gracia de Dios, y otros cantan las alabanzas de las monarquías parlamentarias esas tan avanzadas que hay en esos países tan protestantes y tan monos de ahí arriba, esos que por un lado nos sacan las higadillas con el dumpin fiscal y luego nos miran por encima del hombro con la nariz arrugá, que hay que ver lo pulido que tienen el manejo de la cosa pública a través de mecanismos y conductos púbicos.

Hay que fijarse bien y ver las diferencias entre lo nuestro y esas monarquías tan cuquis, funcionales y adoradas por sus pueblos. Vamos a empezar con Su Majestad La Reina. Soberana del Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Jamaica, Barbados, Bahamas, Granada, Papúa Nueva Guinea, etcétera, etcétera…, cuando su monarquía tuvo que decidir entre Inglaterra y Roma -conductos púbicos mediante- eligió ser cabeza de la iglesia, que hizo anglicana, por la gracia de Enrique VIII y con la letra de T. Cromwell; probaron la república con O. Cromwell y su descendencia y vieron que era mejor adelantar el fin del absolutismo. Desde entonces no hay feria del ganado o de la berza en el último villorrio británico, que no tenga una vieja y cuidada tribuna, palquito o pabellón real de madera y toldo de canvas británico encerado que dé sombra o cubra de la lluvia a la reina o alguno de los suyos, que se calzan la botas y acompañan a sus productores, que la adoran a ella y al orejas por una razón simbólica, lo que encarnan, la patria común, pero también práctica: ese sello Royal Warrant de proveedor de la casa Windsor que anima la competencia y la calidad, y garantiza las ventas por la vía del prestigio a los que se lo ganan en buena lid, con reglas conocidas, sin mamoneos ni comisiones.

Siguiendo con lo de los conductos púbicos como método aceptado de transmisión de las coronas, también hay notables diferencias: las de la casa de Windsor dejaron de parir en Buckingham a la vista de doscientos testigos y ahora van a su hospital público de zona, el St Mary's, del NHS; las herederas suecas en el público Hospital Danderyd, al norte de Estocolmo; aquí, tanto la reina republicana como su impecable antecesora, han decidido libremente que recibamos con alborozo la noticia de la evacuación de sus conductos púbicos lejos de lo público, alumbrando a sus herederos en lo de Loreto y en la Ruber; la elección es libre y desmerece el servicio público, o dicho de otro modo, el prestigio de España, que es la clave de su negociado. Lo mismo podríamos decir de la educación, que es de lo que iba a escribirles esta semana. ¿Ustedes creen que, si las herederas del heredero que ha rechazado su herencia fueran a un cole público, como las de Holanda, Dinamarca, Suecia y Noruega, habría cagabandurrias como Imbroda amenazando con denuncias por absentismo?

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