En estos días se han sucedido a mi alrededor varios reencuentros de antiguos equis. Me ha tocado de cerca el reencuentro de antiguas alumnas de algún colegio mayor, el reencuentro de socios de honor de una asociación, la quedada de amigos de pachangas futbolísticas y la comida anual de mi madre con su grupo de heterogéneas amigas. El evento de la semana, junto a la conmemoración del referéndum sobre la iniciativa del proceso autonómico de Andalucía del 28F, eso sí, para mi, es mi viaje de hermanas, ese que hacemos todos los años en este puente, que es catártico y sobre el que algún día escribiré. En la preparación de esas citas, los convocados dejaban entrever muchas sensaciones; lo ilusionante ciertamente se colocaba entre los primeros puestos, pero le seguían algunas otras humanas e inevitables.

Reencontrarte con gente que pertenece a tu pasado puede remover sentimientos enterrados o al menos diluidos con el tiempo y, estos eventos los desentierran, ya saben, traen a la superficie aquellas risas, aquellas broncas, aquellas experiencias que hace que hoy estén en ésto. Las emplazadas y los emplazados se ocupan de la imagen a proyectar tanto tiempo después, curiosas y curiosos, expectantes por la puesta en común de los avatares acaecidos desde que se perdieron las pista. Y todos, con esta excusa, se colocan tiempo atrás, todos se paran a pensar, con esto del reencuentro, qué esperaban de sus vidas cuando dejaron de ver a esa gente con la que se sentarán estos días. Inevitablemente vigilantes también a la comparativa, a cuál será el momento vital del resto y cuál es el suyo, a cómo habrán aprovechado este tiempo, qué les habrá pasado desde la última vez que coincidieron.

Los unos y las otras se preguntan quiénes finalmente estarán, quiénes serán los que efectivamente acudan, si habrán encontrado el trabajo de sus vidas, ese para el que se preparaban, si se habrán casado o divorciado desde entonces, habrán tenidos hijos, tendrán pareja, tendrán salud, o si seguirán vivos. El volver a compartir historias con los coetáneos, no con los de todos los días, sino con los que fueron parte de sus vidas, les remueve a todos. Más allá de los que éstos cuenten a su entorno de antaño, espero que aprovechen la motivación de esta coartada para pensar qué se quieren contar a ellos mismos. No sé cómo volverán, cómo les resultará el reencuentro, si les zarandeará tanto como han contado que intuyen les pasará. No se inquieten, les mantendré informados.

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