Rajoy en Barcelona

Rajoy ha visto el fracaso de su táctica de no hacer nada con un mes de antelación, cuando aún puede reaccionar

Desde que Albert Boadella viese, un día gris, que un rayo de sol -un rompimiento de gloria- aureolaba la cabeza del entonces ministro Rajoy justo durante su intervención en el acto, sin que hubiese iluminado a nadie antes ni después, quedó muy impresionado por la suerte de aquel hombre, y le ha hecho un seguimiento exhaustivo. Impresiona verle glosar todos los momentos en que Rajoy ha tenido una baraka casi mágica. Supongo que Boadella, al que no se le escapa una, contará el horror de manifestación de Barcelona como otra muesca más de la buena fortuna de Rajoy.

La manifestación fue una vergüenza. Demostró, como dijo @thetodo en Twitter, que "Se llaman independentistas porque ellos van a la suyo con independencia de la situación". Antonio Romero-Haupold nos ha dado el diagnóstico más acerado: "España es el único país al que atacan y se contraataca a sí mismo". ¿Por qué este bochorno es una suerte para Rajoy?, se preguntarán. Porque le pone delante de los ojos, y con él delante de la manifestación y junto al Rey, la realidad. Ha escrito Cristian Campos que la manifestación ha sido un spoiler del 1-O, y eso es.

Rajoy ha visto el fracaso de su táctica de no hacer nada con más de un mes de antelación, cuando aún puede reaccionar. También estaba allí, por si acaso, Soraya, que es su Pepito Grillo y que algo tendrá que estridular, digo, que rectificar. Es como si el día que tienes una reunión importante sufres la pesadilla de que lo estás haciendo fatal, pero te despiertas dos horas antes de que suene el despertador y dispones de un tiempo de paz, mientras se hace la luz, para reforzar y replantear tu postura.

Este año he ido escribiendo que prefería que Rajoy hiciera algo, pero que quizá le saliese bien su inacción. Este verano he tenido tres reuniones con amigos catalanes y todos aseguraban que la cosa pintaba mucho peor de lo que parecía. La manifestación de Barcelona lo ha demostrado con creces, dejando claro que al catalanismo sólo le importa su rollo independentista y sigue una política de hechos consumados.

Un mes para rectificar el rumbo es muy poco tiempo, pero se puede vender como que se dieron todas las oportunidades a la regeneración espontánea del problema, digamos. La suerte de Rajoy es que tiene un mes de regalo cuando podía habérsele echado encima todo de golpe (de golpe de Estado). Su responsabilidad es que ya no tendrá la excusa de la inadvertencia.

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