Mensaje en la botella

'Quietesitos y en casita'

Por mucho que nos llamen al orden, seguimos sin hacer caso a autoridades y expertos

Nuestro consejero de Salud y Familias, Jesús Aguirre, tiene sus particularidades, que no son pocas. Igual es capaz de volver locos a los periodistas con sus líos lingüísticos y batería de datos, que se expresa con la más absoluta naturalidad, a su estilo, campechano si se quiere, pero directo. Ayer, que le tocaba presentar los presupuestos de la Junta de Andalucía 2021 para Córdoba, no fue una excepción (en realidad, casi nunca lo es) y el máximo responsable de la sanidad andaluza recurrió a un giro muy de la tierra, pronunciado además en perfecto cordobés para que no quedara duda. Así, espetó que el mejor remedio para reducir los terribles datos de la pandemia es que nos quedemos "quietesitos y en casita". Ahí va eso.

No será un servidor el que ponga en duda las afirmaciones del consejero, que además de político es médico de familia, lo que ocurre es que casi a la misma hora en la que él realizaba estas afirmaciones -sobre las 11:30 del sábado- el centro de Córdoba, por ejemplo, era todo lo contrario. Calles llenas, terrazas ocupadas casi en su totalidad y una continua entrada y salida de gente en los comercios. Todo ello en una jornada en la que departamento de Aguirre comunicó un poco después que en la provincia se sumaban otros 428 positivos por covid-19, lo que quiere decir que desde el inicio de la pandemia son ya más de 18.300 los cordobeses que se han contagiado. Pero además, hay 322 pacientes hospitalizados por esta enfermedad y 41 se encuentran en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Otro dato escalofriante: casi 300 personas han fallecido en esta Córdoba nuestra a causa del virus desde que se comenzaron a contabilizar víctimas, allá por el mes de marzo.

Y ahora, si queremos, podemos debatir sobre si conviene cerrar la hostelería, si hacerlo solo a medias o si hay que reclamar al Gobierno que incluya en su decreto del estado de alarma el confinamiento domiciliario. Por mucho que nos digan y nos llamen al orden, parece que no estamos haciendo caso a las recomendaciones que marcan tanto las administraciones como los especialistas en salud pública.

Comentaba una autoridad en esta materia del covid-19 -en privado, eso sí- que tal vez deberíamos recuperar algunas prácticas de hace unos meses, cuando casi sin censura se nos mostraban imágenes muy duras del Palacio de Hielo de Madrid lleno de ataúdes o veíamos cómo las funerarias sacaban esos mismos féretros de las residencias de mayores ante cámaras y fotógrafos. Añadía que ese impacto sí caló en muchos ciudadanos, que despertó de verdad las alarmas en la conciencia colectiva de este país. Igual tiene razón, o no. Lo realmente preocupante es que parece que nos hemos acostumbrado a asumir datos y cifras, ingresos y fallecimientos como si nada ocurriera a nuestro alrededor. Y es triste. Reaccionemos de una vez: quietesitos y en casita.

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