Querer (es) poder

Está fuera de toda duda la eficacia extraordinaria del Gobierno para elaborar eslóganes muy motivantes

Lo propio de los lemas es durar. Tienen que inspirar la acción y el comportamiento y, por tanto, han de tener condición de estrella polar a la que levantar los ojos para fijar el rumbo. Los lemas por antonomasia, los del escudo, están pensados para pasar de generación en generación, como por ejemplo: Sapiens qui assiduus. Las empresas se apuntaron a la idea, como la compañía ferroviaria inglesa que escogió esta joya: "Persevera per severa per se vera", que significa "Persevera a través de las dificultades por duras que sean", pero que, al repetirse, marca un objetivo y, al hacerlo cada vez más por partes, impone un ritmo más y más concienzudo según se avanza.

Hago esta larga introducción para que el contraste explique mi argumento. La frenética creación de eslóganes de Sánchez es un contrasentido del género, la demostración de que se cree que gobernar es venderse y una prueba más de una actuación errática. Un eslogan tendría que durar al menos -teniendo en cuenta la obsolescencia programada de los programas políticos- una campaña. Pero vamos a lema por semana. "Salimos más fuertes", "Este virus lo paramos unidos", "No dejaremos a nadie atrás", etc. Lo último ha sido "Si España quiere, España puede". No extraña que Iván Redondo los tenga que copiar de las series americanas porque no hay quien genere frasecitas a tanta velocidad.

Lo que no quita que esos eslóganes tengan interés analítico. Del último, esa variación del "Querer es poder", diría tres cosas. Primero, que es lógico; porque, en una sociedad que ha pasado ya del voluntarismo al puro caprichismo, y donde uno puede ser hombre o mujer según desee, el poder absoluto del querer subjetivo es, sin duda, el lema por defecto de nuestro tiempo. Segundo, que es mentira, por desgracia, como ha comprobado cualquiera en su biografía. Y tercero, que es, también, un lapsus linguae, porque, en el fondo, no es tanto que querer sea poder, sino que lo que Sánchez quiere es poder, como demuestra su humillante sumisión a Bildu, blanqueando a la banda terrorista ETA con compungidas elipsis.

Lo peor, sin embargo, es que el presidente se arroga, tras la frase, el conocimiento de lo que España quiere. Que, por lo visto, no es afianzar su sistema de salud con una gestión coherente y eficaz, y arreglar su maltrecha economía. España quiere la transición ecológica, mucho más feminismo y, sobre todo, propaganda, dice el que puede.

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