Me desdigo continuamente. La vida es un hacer planes y romperlos, es marcarse propósitos y fallar en el camino. Estructurar planteamientos y darle el quiebro. Ahora, en un mayo preelectoral, oliendo a fiestas recuperadas, a cruces, patios y geranios y, pronto a albero, empezamos a inhalar también aire de campaña. Cuando el 25 de abril, Juanma Moreno nos anunció elecciones yo tenía dos planes, ni me vestiría de flamenca, ni seguiría la campaña.

Pero llega esa fiesta y no falla. Candidatos y candidatas recorriendo festejos, candidaturas por calles y plazas, la turné de los pueblos. Y una, echando un vistazo al escaparate de faralaes, se dice que esta vez no, que nos desenganchamos, que desde la desgana y el desencanto, en esta ocasión no le haremos el seguimiento, nos intentamos convencer de que ya no nos pone, pero al momento nos descubrimos retomando el análisis en el café, mandando mensajes comentando nombres, especulando sobre las causas del orden y esperanzada en alguna acción de partidos que coincida con la lógica que una entiende debería guiar la batalla.

Los candidatos se prodigan por las ocho provincias y son ya parte del paisaje diario de Córdoba. Cuando no está uno, está el otro y cuando no está ninguno algunos esperan a aquella. En este divertimento, la elaboración de las listas electorales es uno de los momentos álgidos. Unos hablan de renovación porque salen de las listas quienes llevaban más de treinta años en política y en su lugar entran otros que llevan unos veinte. Otros no saben a quién van a presentar ni siquiera si se van a presentar o, si lo hacen, cómo lo harán. Algunos ilusos esperando que los suyos, si es que saben quiénes son, ofrezcan algo que ilusione y motive. Un proyecto, un discurso, un mensaje que permita ir a votar -no hacerlo jamás es una opción- con el convencimiento de que esta vez sí, esta vez no van a fallar. Los de allí debaten como encajar el pasado, el presente y el futuro en una lista sin que haya heridos, sabiendo que es imposible. Al final, eso sí, todos dirán que están muy satisfechos, que la lista es la mejor y que salen a ganar.

Y es que al final nos creímos aquello de la soberanía popular, tanto nos hablaron de democracia que nos la metieron a fuego, tantas historias de luchas y consecución de derechos que no nos desprendemos de la carga, que aunque nos espante, la convicción y la esperanza se sobrepone. Ya le he sacado unos centímetros imprescindibles al traje, he elegido el mantoncillo y estoy viendo el color de la flor y los pendientes.

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