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Puente

CONCLUYE hoy el puente entre los puentes, el padre de todos los puentes, aunque en esta ocasión haya sido menos puente que otros años. Por esas combinaciones que nos arrojan el calendario y los legalismos, sólo hemos tenido cuatro días de vacaciones, y quien haya podido solicitar el viernes -que no habremos sido todos-. En cualquier caso, es un puente diferente a los que podemos encontrar a lo largo del año, ya que es la antesala, el banderín de salida, de las fiestas de Navidad. Unas fiestas en las que volveremos a repetir lo de siempre, que si son una evocación/exaltación al consumo, que si se han desnaturalizado sus valores fundamentales o que si son otras mil cosas más, porque en esto, como en todo, cada uno cuenta la feria como le va o según le parece. Sin embargo, y aún escondiéndonos bajo la máscara del crítico más feroz y punzante, la Navidad consigue rascar en las frágiles paredes de nuestra memoria, devolviendo a la luz imágenes del pasado que creíamos perdidas en los polvorientos desvanes del olvido, pero que siguen estando ahí, dentro de nosotros. La Navidad es ese plumero que logra desempañar las ventanas de nuestra memoria y volvemos a vernos como fuimos, así como a los que se fueron y que siguen ocupando espacios muy destacados en el escenario que vamos conformando a lo largo de nuestras vidas.

En un puente como el que hoy concluye, puedo seguir viéndome asomado a uno de los corrales, de quita y pon, junto a la Plaza del Alpargate, contemplando aquellos pavos orondos y apenados, que aguardaban ante nuestras miradas devoradoras sus últimos días de vida, antes de formar parte de nuestros menús navideños. Pavos que, con frecuencia, protagonizaban escenas dignas de la España más berlanguiana y carpetovetónica, y sin cabeza o a medio desplumar revoloteaban, por última vez, por los patios de luces o de una azotea a otra, causando un gran revuelo entre el vecindario. En un puente como el que hoy concluye, puedo seguir sintiendo el frío que desprendían, a primera hora de la mañana, los asientos del ronco Austin de mi padre, camino de la sierra para obtener la decoración vegetal del Portal de Belén. Primera parada, aún con las legañas intactas, en un bar de las afueras para desayunar, manteca colorá y un colacao que te abrasaba el paladar. Musgo y romero, campanillas, piedras y piñas, todo el maletero repleto, que también abastecíamos a algún vecino. En un puente como el que hoy concluye, puedo verme en la desaparecida Galerías Preciados solicitando la revista de los juguetes, que por entonces era una especie de objeto de culto entre los más pequeños, ya que las tiradas no se pueden comparar a las actuales. Mis adorados madelmanes estaban allí, bien alineados en las estanterías, vaqueros, marinos, bomberos o soldados, cincuenta pesetas cada uno, doscientas el Jeep y casi trescientas el helicóptero, que fue la gran sorpresa que me depararon los Reyes Magos. Por estos días instalaban el gran Scalextric, con sus curvas frenéticas, sus mandos, y sus escobillas. Hacía la larga cola para apuntarme al campeonato, pero yo nunca pasé de la primera fase. Después de tanta espera, mi coche se salía del carril a los diez segundos, y es que yo no tenía un Scalextric propio con el que practicar en casa. Y tampoco tuve bici, ni cinexin, pero mi madre me tricotaba unos saquitos delirantes, muy a la moda, para mis madelmanes, que vivían en sus estupendas y coloristas cajas de la Colecor, reconvertidas en cálidas casas gracias a la habilidad de mi hermano Pedro.

De todo esto me acuerdo, y de mucho más, mientras comienzo a ordenar las ramas de plástico de un árbol de Navidad plegable, que se guarda en su funda y te dura unos cuantos años. Las tostadas con manteca han dejado paso al pan integral y al aceite de oliva. Las competiciones de coches son virtuales, no hay que esperar ninguna cola, y puedes esconderte bajo la piel de Fernando Alonso o convertir en gol un pase de Guti, en el Bernabéu -sin salir de casa-. Casi todo ha cambiado, sí, pero yo puedo seguir reconociéndome en los ojos de mi hijo cuando comenzamos a colocar los adornos de Navidad.

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