Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Propaganda

Los métodos goebbelianos de manipulación se pueden rastrear hoy en más de una ofensiva mediática

Joseph Goebbles, el todopoderoso ministro de Propaganda del régimen nazi, se pegó un tiro, tras asesinar a sus hijos con cápsulas de cianuro, en las primeras horas del 1 de mayo de 1945, con las tropas soviéticas ya dentro del centro de Berlín. Allí acabó su vida, pero sus métodos de falsedades machaconamente repetidas para crear una falsa percepción de la realidad y para hacer pasar por hechos lo que sólo son consignas se pueden rastrear a lo largo de la historia reciente y, desgraciadamente cada vez con mayor intensidad, hasta nuestros días. Se intenta hace pasar por periodismo, un oficio cuyas reglas profesionales y éticas siguen siendo las mismas a pesar de los cambios tecnológicos, lo que es sólo propaganda y por hechos los que son mentiras descaradas.

Las nuevas tecnologías no han traído mejor periodismo, quizás todo lo contrario y los métodos gobbelianos se han incrementado exponencialmente en internet y sobre todo en las redes sociales donde cualquier manipulación es posible y la falta de un control profesional deja abierta las puertas a cualquier desmán. Lo peor quizás sea que esa sensación del todo vale no se ha quedado solo en el mundo de Twitter y de los blogs, sino que se ha trasladado a medios con marcas consolidadas desde hace décadas y que, independientemente de sus adscripciones ideológicas, siempre habían mantenido izada la bandera de la dignidad profesional.

Se ha visto durante los últimos años con Trump en los Estados Unidos y con todo lo que ha rodeado el disparate del Brexit. Se está viendo ahora mismo en España con los posicionamientos mediáticos en torno al bloqueo político o con polémicas como la de la inmigración. Pero no hay que irse lejos para encontrar ejemplos. En las últimas semanas se ha desatado una ofensiva mediática que trata de estigmatizar cualquier crítica a la política que se ha seguido desde la Junta de Andalucía en relación con el brote de listeriosis, que ha revelado enormes lagunas en los mecanismos de respuesta a una crisis alimentaria grave. Así se hace pasar por tonto útil de la izquierda a cualquiera que cuestione o que critique lo que se ha hecho desde el Gobierno andaluz, se descalifica groseramente y sin argumentos a cualquier organización que intente arrojar un poco de luz sobre lo que ha sucedido y se cargan las tintas exclusivamente sobre el Ayuntamiento de Sevilla, sin analizar qué es lo que dicen los hechos y las normativas.

Todo sacado de un manual de propaganda los años treinta. En esto también parece que cada vez vamos hacia atrás a mayor velocidad.

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