Tenía unas ganas locas. No se pueden hacer una idea. Tremendas ganas de parar todo por un tiempo más largo de lo normal, no tanto como necesitamos quienes gustamos de las cositas buenas, que somos todos, digo yo, pero más largo al fin que los parones medidos de los salvíficos fines de semana. Este fin de semana abierto en canal, que son las vacaciones, me hacía más falta que nunca, que yo recuerde. No es que no vaya hacer nada. No es el caso. Tengo la firme voluntad de recuperar algunas lecturas perdidas y de revisitar algunos escritos antiguos. Supongo que tras unos días más desintoxicado, mi cabeza comenzará de repente a pensar en algunas posibilidades de futuro y a repasar bastantes cuestiones de este presente de hoy, que mañana será solo un pasado muy reciente. Sospecho que, en los primeros compases de esta sesión de escapismo, el teléfono sonará de cuando en cuando y es probable que hasta haya que atenderlo, disimulando la mala gana con arte y oficio. Calculo que, cuando se estén agotando los días, volverá a ocurrir igual, algún correo, alguna llamada, algún alguien, como si estuvieran compitiendo en una carrera que todavía no hubiera disparado la salida. Pero, con todo respeto y en estrictos términos de defensa, personal, subjetiva, intransferible, no será igual. No, porque no me van a quitar mi café temprano en el campo, ni mi baño de sal con espeto, ni mi almuerzo tranquilo de satisfacción, ni mi caminata urbanita de descubrimientos. Eso es lo que hay.

Por encima de todo estaréis vosotros. Eso no es una novedad. Lo estáis siempre. Todo lo que hago bueno está dirigido a permitirme ser. Siempre os digo, y me digo, que una cosa es lo que hacemos para ganarnos la vida y otra, muy distinta, es lo que somos. Comprendo que no se entienda bien de continuo porque las obligaciones nos ocupan en temporadas tanto tiempo, y con tanta intensidad, que parece que no seamos más que máquinas que hacen en lugar de personas que sean. Pero ésa es la meta. Sé también que lo es, incluso a pesar de vuestra aparente indiferencia; esa nueva actitud que, por la edad, os posee. Pasará y, mientras pasa, seguiremos jugando a sorprenderos, porque nos dais sentido.

Y tú. Esto sí que no se modula. Contigo no hay trampas ni atajos. Ni los quiero. Puedo entender cualquier día de entrega para otros en infinidad de problemas, de esos que luego carecen de sentido, si se terminan contigo; pero no quiero imaginarme un solo paseo en que no estés, ninguna ciudad que no descubramos juntos, ningún órdago que no envidemos a la grande. Te advierto que tengo un plan: queda un día menos para que tú y yo nos hagamos hippies y, entonces, nos perdamos dando la vuelta al mundo. Eso también es lo que hay. Prófugos de la obligación, rehenes de la devoción.

Sí, creo que podré resistir esta pausa. Y a la vuelta, ya saben, si se quiere, nos leemos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios