Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Productividad y pereza

¿Cabe decir que quien echa pocas horas es productivo? Qué va. Sólo a veces. Los tocados por la gracia

La productividad es un cociente que divide cualquier producción entre los recursos dedicados a obtenerla. Cuanto más pequeño sea el denominador, y para un mismo resultado del trabajo, mayor es la productividad. De manera que quien echa muchas horas para obtener una cantidad de, digamos, zapatos, es menos productivo que aquel que logra fabricar los mismos pares más rápidamente o con menos cantidad de piel. Ser productivo es ser eficiente, pues, y cualquier tarea se ve beneficiada -obtiene mayor beneficio- si se hace con menor consumo de medios. No es más rentable quien hace mucho, sino quien lo hace con el mínimo esfuerzo y, sobre todo, bien. Esta máxima incontestable vale para las inversiones, para la fabricación de latas de potaje de garbanzos o para ganar un partido. En ello subyace una verdad en apariencia contradictoria: el mucho trabajo no es en sí mismo bueno, y, por tanto, el poco trabajo es preferible si es productivo. El echahoras resulta improductivo, por lo general. ¿Cabe decir que quien echa pocas horas es productivo? Qué va. Sólo a veces. Los tocados por la gracia.

La pereza se entiende como una falta de negligencia, tedio o descuido. Es uno de los pecados capitales, que son la forma evolucionada de los mandamientos atribuidos a la divinidad que, en un principio, fueron el embrión del código civil o penal: no matarás, no desearás a quien no debes, no robarás. Los pecados capitales -son siete, ¿sabría usted enumerarlos- son conductas nocivas, pero lo son sobre todo para el pecador, mientras que los decálogos de las religiones "del Libro" prohibían el daño hacia los demás, en un afán de orden social. La persona perezosa, si consigue hacer lo que le corresponde, es alguien productivo. Los mulos no son perezosos. Sí lo han sido grandes artistas (Onetti escribía en la cama) y hasta ejecutivos de éxito, por la simple razón de que tenían talento para hacer mejor y con menos esfuerzo lo que otros no conseguirían por mucho empeño que pusieran en una tarea equivalente. ¿Podrían haber hecho más de lo que hicieron, los perezosos? Sin duda. ¿Lo hubieran hecho igual de bien? Eso ya es otra cosa. La pasión, la inteligencia práctica, el buen uso de los recursos y, en definitiva, la productividad del perezoso productivo suelen ser objeto de envidia -otro pecado corrosivo-de quienes hacen menos con más. Sucede que, por lo general, el perezoso no hace lo que tiene que hacer. He ahí el pecado. De improductividad.

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