Cuando dos términos chirrían juntos, pero con su maridaje se alumbra una expresión nueva o sugerente, la lingüística habla de oxímoron. Ejemplos de este recurso son "menos es más, "calma tensa" o hasta "cerveza sin alcohol", ese brebaje. Circula ahora un oxímoron: "preso de confianza". Si uno está preso es porque ha cometido un delito, salvo injusticia. Podemos hacer un canto roussoniano a la bondad intrínseca del ser humano, una declaración que dé confort a nuestra conciencia o sólo un enjuague con blanco nuclear a nuestra fachada. Pero en principio -y con fundamento- podemos afirmar que un preso no es alguien fiable, y por eso está encerrado. Será un padre amantísimo y un gran colega, pero será malo o dañino con sus socios, vecinos y empleadas, congéneres en general; concedamos que quizá un desgraciado o un cabeza de turco. Mas stricto sensu no puede haber presos de confianza. Lo que se querrá decir con la expresión es que ciertos reos que muestran disponibilidad, buen comportamiento, físico intimidatorio o propensión al chivateo (un "soplón"), y sobre todo ganas de salir de prisión antes de lo condenado, son útiles para la gestión de un centro penitenciario.

Esta semana ha saltado a la palestra una noticia sobre presos de confianza: la madre que mató a los niños de Godella, sus hijos, amenazó, fuera de sí, con "hacer daño" a dos presas de confianza (en realidad, su figura es la de "internas de apoyo") que la vigilaban día y noche para evitar su suicidio. La noticia me llevó de inmediato a Bernardo Montoya, brutal asesino de la maestra en la flor de la vida Laura Luelmo. Montoya fue preso de confianza en su momento. Por eso pudo salir pronto a matar a la primera que se le puso a tiro, tras agredirla largas horas con crueldad extrema. Quizá esa alimaña con DNI era, en la cárcel, el equivalente al dictador nicaragüense Tacho Somoza para Roosevelt: "Será un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta'". Hay algunas personas que nunca deberían salir a la calle libremente. Lamentable es la muerte de Laura, pero también descorazona que la cadena perpetua -en plata, permítanme- sea otro campo de batalla patrio, en el que los sepulcros blanqueados del humanismo hacen política frente a los halcones que tampoco pierden un tren barato. (Una pregunta: ¿Por qué algunos se empeñan tanto en ser severos con la prisión casi preventiva y sin distinción de grado para violentos machistas como en otorgar beneficios penitenciarios lo antes posible a agresores? ¿Se trata de un oscuro oxímoron ideológico?)

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