A quién no le gustaría sentir que el verano que estamos por cerrar, ha sido el mejor de los vividos, sentir que este último ha superado a todos los anteriores. Que ha sido realmente fabuloso, que es el que vuelve con más tono, más experiencias, que los diversos viajes han salido perfectos, que encontró los billetes tirados de precio y que la elección del destino, de ensueño, sin duda fue un acierto. Que lo exótico, lo lejano, lo divino y paradisíaco ha hecho que sea ideal. A todos nos gustaría tener esa sensación, entre otras cosas, porque a todos nos gustaría poder contarlo, no nos engañemos. Uno vuelve medio mustio porque se acaba lo bueno, preparado para volver a madrugar, a acortar o anular siestas, a suprimir cañas a deshoras y se encuentra, entre otros asuntos, con la tensión del ranking vacacional porque, a ver qué contamos.

Las versiones y las redes sociales dan buena cuenta de ello; que habrán podido comprobar que ya nadie sube fotos de la sandía en la orilla, que ahora resulta que todo el mundo navega ¡Qué presión para los sin yate! Que ya no se ocupa apartamentos de suegros a habitación por unidad familiar, que el sofá-cama es pasado. Ahora tren y estaciones varias, rendición de cuentas del kilometraje a la medida, despegues y aterrizajes, con eso lo bordas y, si cambias de idioma, entras en el top. No sé dónde habrán estado, qué lugares habrán conocido, pero desde que he llegado estoy abrumada con lo divino que todos me cuentan su veraneo. No tengo ni idea de cómo habrá sido el vivido, pero el contado es digno de competición.

Ya saben, mesa de cuatro, cafés y medias -integrales- puesta al día y, a ver quién da más. Que las previsiones económicas según el último informe de la EPA parece que no ha tenido impacto en el verano de mi entorno, desde luego ninguno, en el relato del mismo. Y se suma la presión para ver qué cuentan las niñas en la vuelta al cole, que a ver si me las van a amedrentar con el jet lag, frente a sus días en Tejeda de Tiétar, provincia de Cáceres. Ya tenemos uniformes a punto y libros forrados, así que aún me queda algo de tiempo para perfilarles el relato de lo atractivo de la España rural y la vaciada.

A los que siguen, exprímanlo, disfruten los últimos coletazos, pero pónganse ya a montar el guión para contárnoslo. Avisados quedan. La inercia les llevará a la competitividad, les advierto, prepárense para el ranking vacacional.

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