Cambio de sentido

Políticos, los de antes

La infantilizada videopolítica de hoy hace que se nos antoje excelente la política de anteayer

O tempora, o mores, se echaba las manos a la cabeza Cicerón, en tiempos en que las puñaladas políticas eran literalmente traperas. Aristófanes ya representó en Las nubes al viejo Estrepsíades, que se ponía malo de ver que el nini de su hijo Fidípides prefería vacilar a cavilar. "La juventú está corrompía", dicen algunos de nuestros mayores. Para bodas, las de antes. Mujeres, las de antes. ¿Flamencos?, también los de antes. Y odio eterno al fútbol moderno. En todas las épocas se alza la sospecha no tanto de que cualquier tiempo pasado fuese mejor, sino de que sus protagonistas fueron mejores que nosotros, o incluso de que nosotros mismos -usted o yo sin ir más lejos- antes éramos más lindos o ágiles o inteligentes o capaces. Sin duda, los abuelos leyendarios existen porque existimos sus nietas; Aquiles era valeroso -qué mayor heroicidad que la de sanar su ira o llorar junto a Príamo-; cuán bello fue el divino Patroclo. Pero no lo eran tanto como yo los veo en mis sueños. Seguro que hay quien dice: "¡Qué felices tiempos aquellos, en los que nos sentíamos tan desgraciados!". Pues no, o no tanto: las gafas del nostálgico son de papel charol.

Una de las expresiones que más he escuchado en estos días de luto por la muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba ha sido: "Ya no quedan políticos como los de antes". Cuando vemos a los políticos de ahora haciendo el cocacola -uno canta su propio vídeo promocional, otro se empelota, la otra se graba un vídeo diciendo "tengo un bajón del copón", otras salen en los carteles vestida de Khaleesi-, o cuando a muchos se les nota tanto que tienen la cabeza sin amueblar y el corazón lleno de trastos, no nos queda más remedio que reconocer que la mala infantilización de la videopolítica de hoy hace que se nos antoje excelente la política de anteayer. Pasadas las pompas fúnebres, opinadores de la derecha y de más a la izquierda de Rubalcaba ponen en cuestión el tratamiento hagiográfico que ha tenido su figura durante estos días. Ciertamente, al lado de la estridencia actual, se nos antoja un hombre discreto y de estado. No sé si eso habla más a favor de lo de antes que en contra de ciertos usos de ahora. Vendrán más años malos y nos harán más ciegos.

Pero tampoco sé hasta qué punto soportaríamos ahora prácticas políticas de antaño o de muy antaño: GAL, preeminencia masculina, fondos de reptiles, tricornios en el Congreso, juanes pacheco, isabeles segundas, maquiavelos, césares. Y 23 puñaladas. O tempora, o mores.

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