Políticos en busca de autor

Los estudiosos de Max Weber encontrarán en las maniobras de Sánchez un ejemplo máximo del político sin convicciones

Tras el éxito de Javier Cercas con la biografía de Adolfo Suárez, ahora vuelve a intentarlo Sergio del Molino con Felipe González. Casi se ha convertido, pues, en un género narrativo que literatos, ya asentados dentro de su gremio, se dispongan a enjuiciar la trayectoria de los políticos en el poder desde la democracia. Es buen síntoma que desde el campo de las letras se realicen este tipo de retratos, antes casi siempre en manos de otros especialistas. Cabe esperar, aunque lo tienen más difícil, que Aznar y Rajoy encuentren un día buenas plumas que los conviertan en atractivos personajes literarios. Porque no se trata solo de ser veraces en el tratamiento político, lo decisivo es saber convertirlos en protagonistas de una biografía que incluya intriga, trama y acción ciertas y bien elaboradas. En cuanto a Zapatero -que aún anda perdido como alma en pena, buscando un diván en que sentarse- parece necesitar más un psicoanalista que un literato. En cambio, seguro que ya hay muchas plumas afilándose, con tintas de todos los colores, aguardando la caída, más o menos próxima o lejana, de Pedro Sánchez. En éste, sí hay alforjas para recrear un personaje literario lleno de aristas, recovecos y dobleces. Para muchos será una delicia diseccionarlo y hurgar en psique tan complicada. También habrá que buscarle modelos y antecedentes. Algunos lo encontrarán en la saga histórica del teatro de Shakespeare, otros lo presentarán como una manifestación de lo que Pocock llamó el "momento maquiavélico" de nuestra época. Los estudiosos de Max Weber encontrarán en sus maniobras un ejemplo máximo del político sin convicciones. Quizás, para entonces, ya no pueda repetirse, de tanto repetirlo, que encarna el revival postmoderno de esa visión política que no cuenta con más principios ni creencias que su propia permanencia en el poder. Es el de Sánchez, pues, un gran reto al que sus biógrafos deberán responder: ¿cómo alguien así, del que todos sabían que palabras y promesas se convertían en líquidas y se disolvían en minutos, pudo perdurar tanto? Además, no les va a resultar fácil elegir la clave literaria adecuada para enfocarlo: trágico, quizás sea demasiado altisonante para un personaje que, al día siguiente de caer, tal vez muestre ya que era de cartón piedra. Tal vez cómico o esperpéntico podría ser aceptable, dado que la corte de los milagros ha proliferado mucho por La Moncloa. De todas formas, a los supuestos biógrafos literatos aún les queda tiempo para pensarlo.

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