La vida vista

Félix Ruiz / Cardador /

Pitidos y desacatos

SUCESOS extraños durante el fin de semana, en Barcelona y en Córdoba. Allá por Cataluña un partido de fútbol volvió a convertirse una vez más en un rebuzno político, mientras que aquí un faenón de Finito de dos orejas seguras, y quizá de rabo, se tornó en uno de los disparates más gigantescos que se han visto durante los 50 años de historia que tienen Los Califas. La pitada del Camp Nou da para muchas lecturas, y cada cual la hace a su modo. Los republicanos fervientes creen que se pitaba al Rey, mientras que los antirajoyanos entendían que se pitaba a las políticas económicas y sociales del Gobierno. Curioso que no se den cuenta que esta pitada ya tuvo lugar otras veces y siempre fue por lo mismo: por el extraño papel que el Fútbol Club Barcelona y el Athletic, históricos clubes hoy instrumentalizados en parte, juegan en defensa de ciertas ideas independentistas. No creo en todo caso que los goles del fabuloso Lionel Messi les vayan a ayudar a unos y a otros en su propósito. Derecho al pataleo fue, pura farfolla mediática, gente que en su pitido narcisista se cree mucho más importante y mejor que aquello a lo que pita porque vive el sueño de la verdad verdadera, el delirio del infalible. Lo mismo le ocurrió, curioso, a Finito de Córdoba, que después de cuajar una faena antológica, de esas en las que demuestra ser uno de los pocos elegidos con el don, se mete en un lío al pedir el indulto para un toro a pesar de que el presidente creía que no lo merecía. Desacato a la autoridad, que dio los tres avisos para que al final Finito, arrogante, matase al animal en un segundo desacato que convirtió algo que comenzó siendo hermoso en una triste parodia. Dos historias ocurridas como ven en dos puntos muy distantes de este país del demonio, pero que demuestran que caminamos sin remisión hacia el españolísimo y cíclico caos. Nada se respeta porque ni siquiera la autoridad respeta nada y los mismo se pita a un himno que a un Rey que se le coloca una diadema a la estatua ecuestre del Conde-Duque de Olivares. Sospecho en realidad de que ahora mismo exista un sólo español que tenga alguna duda de estar en posesión de todas las verdades del barquero. Y si no que lo digan a los belicosos friquiradicales antiCarmena y antiPablemos de la madrileña plaza de Colón. Desde lo alto del púlpito del yo narcisista de cada cual este país camina sin remisión hacia la anarquía, que aquí será al final con gran penuria, sin respeto y, lo peor de todo, sin cerveza fría.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios