Piel de autónomo

¡Ay, la piel de autónomo, qué bien sirve para forrar las carteras de los ministros de Hacienda!

Hace unas semanas, cuando se produjo el último cambio de gobierno, circuló por las redes sociales un meme que reproducía una foto del traspaso de poderes en el Ministerio de Hacienda. El ex-ministro Montoro, sonriendo con esa extraña sonrisa que recuerda la forma de reírse del lémur de Madagascar, le entregaba la cartera del Ministerio a la nueva ministra Montero, que sonreía con esa extraña sonrisa que recuerda a los simpáticos zorros voladores de las Islas Molucas (cuyos colmillos miden casi tanto como sus alas). Pues bien, sobre esa imagen angelical -todo candor, todo humanismo-, un autor anónimo le hacía decir al ex ministro: "Aquí tiene la cartera ministerial, está hecha de piel de autónomo".

¡Ah, la piel de autónomo, qué bien sirve para forrar las carteras de los ministros de Hacienda! Esa piel es la más sufrida y la más resistente de todas. En este país en el que protesta todo el mundo -empezando por los mismos políticos, que incluso tienen la costumbre de comportarse como si estuvieran en la oposición cuando están en el Gobierno-, jamás en la vida se ha visto una manifestación de autónomos despellejados, esos autónomos que trabajan más que nadie y cobran unas pensiones ridículas y apenas tienen derecho a ponerse enfermos. Yo he visto ruidosas manifestaciones de pensionistas, de profesores, de alumnos, de médicos, de funcionarios de justicia, en fin, he visto mareas blancas y mareas verdes y mareas moradas, pero jamás en la vida he visto una manifestación de autónomos, tal vez porque los autónomos están tan agotados peleando por sus ingresos que ya no les quedan ni fuerzas para protestar.

Y lo mejor de todo es que año tras año, por estas fechas, se hacen públicos los nombres de los grandes defraudadores de Hacienda. Y lo curioso es que siempre suelen ser los mismos, y año tras año se nos informa de las cantidades -cien millones de euros, cincuenta millones de euros, en fin, bagatelas-, justo cuando nosotros sudamos para ahorrarnos cincuenta miserables euros, esas cantidades que harían troncharse de risa a todos esos filántropos eminentes y artistas famosos y empresarios ejemplares que deben sus cien millones, sus cincuenta millones, o siquiera sea su miajita del millón de euros. ¡Ay, la piel de autónomo, qué bien sirve para forrar las maletas de los ministros de Hacienda!

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