la ciudad y los días

Carlos Colón

Periodismo gamberro

EL periodismo gamberro, y con él la confusión entre información y espectáculo, hace años que se prodiga por radios y televisiones. Es uno esos males americanos que vienen para quedarse con esa curiosa capacidad que tiene lo peor de la cultura americana para arraigar entre nosotros. Ya quisiéramos que hubiera arraigado con esta fuerza lo mejor, de Poe a Bellow, de Ives al jazz o de Rockwell a Rothko. No ha sido así, con la excepción del cine y la música ligera o moderna (y eso sólo hasta los 80 en el primer caso y los 60 en el segundo). Por desgracia hemos sido más receptivos a Lady Gaga, la telebasura adaptada a nuestras miserias, los Farrelly, los late night o el periodismo gamberro.

Alguna vez me he ocupado aquí de esos tipos que, micrófono en mano y cámara tras ellos, persiguen a las personalidades y los famosos para provocarlos o ponerlos en ridículo. De esos otros tipos que se ponen a berrear en los accesos a los actos oficiales. Y de las llamadas telefónicas gamberras. Como la que presuntamente puede haberle costado la vida a la enfermera del hospital en el que está ingresada Kate Middleton. Un simpático programa radiofónico australiano se hizo pasar por la reina Isabel II, la desdichada mujer pasó la llamada y -según escribía desde Londres Walter Oppenheimer en El País- después "no ha podido soportar la tensión de quedarse atrapada en el centro de esa chanza y ha preferido morir". Porque la chanza y la rechifla, gracias a los medios y las redes, fue global.

La cosa resulta aún más repugnante porque la emisora consultó con sus abogados antes de emitir la falsa llamada y, tras el suicidio de la enfermera, se justificó aduciendo que no se había violado ninguna ley. Precisamente por eso el Gobierno británico está estudiando la necesidad de legislar para acabar con estos abusos.

El presidente del centro médico, Lord Glenarthur, ha manifestado que "las consecuencias inmediatas de esas acciones malvadas y premeditadas fueron la humillación de dos enfermeras dedicadas que simplemente hacían su trabajo cuidando enfermos". Y el antes citado Walter Oppenheimer ha recordado que "la muerte de Jacintha Saldanha puede interpretarse de muchas maneras, pero una de ellas es que es consecuencia de la falta de ética del periodismo". ¿Se autorregulará la profesión? No. ¿La regularán las leyes? Tampoco. Porque para justificar estas gamberradas se invoca la libertad de expresión. Las causas de la muerte de la enfermera las establecerá la autopsia. Pero aunque no existiera relación directa entre ésta y la gamberrada, debería distinguirse seriamente entre información, espectáculo y gamberrada.

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