Perdiz y hueso

No será Ambrosio la que haga ni una cosa ni la otra. A otro perro le tocará ese hueso en caso de que lo quiera

Si un político no sabe marear la perdiz con fundamento debe de mirárselo en serio, porque entonces ya no sería un político contemporáneo y sería otra cosa, quizá un objeto de museo. La alcaldesa de Córdoba, sin embargo, puede ir sin cuidado, porque en esto de menear el cazo en el cocido por ver si coge sustancia aunque no lleve hueso ni tocino se está convirtiendo en una auténtica especialista. Ya en los tiempos suyos de la Junta -qué felicidad la de oficiar tranquila y diplomática en la recoleta plaza de San Nicolás- hizo la señora Ambrosio la pasantía en estos menesteres, pero Capitulares son palabras mayores, el doctorado, el maestrazgo. Y muestras da, ya digo, que tomar lecciones con provecho, pues de otro modo no se entiende el anuncio que ha hecho sobre que hay que buscar argumentos de prestigio en el orbe conocido para darle fuerza a la reclamación de la Mezquita-Catedral como patrimonio del común y no de la Iglesia. De esta decisión podrían pensarse en principio dos cosas: que Ambrosio es una mujer cosmopolita o que Ambrosio es una cateta. Cosmopolita si se mira el asunto con cierta inocencia posmoderna y cateta si se mira con cierta acidez y con la memoria de esa vieja España sin orgullo e ignorante que siempre tiene que salir fuera con la boina y la garrota para que la bendigan porque de sí misma no se fía. Yo creo sin embargo que la regidora ni es una cosa ni es la otra, sino que el objetivo del movimiento pasa por lo ya dicho: marear la perdiz hasta que escampe. Porque abogados de calidad hay suficientes en Córdoba para llevar un proceso de reclamación de titularidad de la Mezquita, pero apostar fuerte y encomendarles el pleito tendría unos riesgos enormes. Mejor pues pegarle un patadón a la pelota en busca de expertos afamados que sean de la cuerda y no tomar pues la decisión valiente: bien sea apostando por la reclamación sin en ella cree o dando carpetazo a una polémica que en el fondo es quimera. Lo evidente en cualquier caso es que no será Ambrosio la que haga ni una cosa ni la otra. A otro perro del futuro le tocará ese duro hueso. Siempre y cuando, claro, quiera morderlo de veras y no tenga miedo a partirse la mandíbula.

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