Mensaje en la botella

Perder los papeles

Los políticos actúan por cálculo electoral y los ciudadanos pensamos en nosotros mismos

A las puertas de la Navidad y de que se acabe este 2020 nefasto para todos, parece que el clima político y social de este país sigue demasiado enrarecido. Comienza a producirse lo que los más pesimistas vaticinaban hace meses, en el sentido de que la pandemia iría minando no solo la capacidad de resistencia de la sociedad, sino la escasa diligencia que nuestros gobernantes ya arrastraban de antes para tomar decisiones coherentes y que pudieran mitigar una crisis que pasará a la historia por su extraordinario impacto.

Vaya por delante -y en esta columna se ha dicho en varias ocasiones- que los ciudadanos estamos en primera fila a la hora de asumir la responsabilidad para que la propagación del virus se frene en la medida de lo posible, al menos hasta que el remedio de la vacuna, que ya está al llegar, haga su efecto. Ahora nos dicen que el antídoto está de camino, que el 26 de diciembre pisará por primera vez la piel de toro y que un día después comenzará a inocularse a la población, comenzando por la más vulnerable.

Pero mientras llega ese momento, en el que veremos no sé si un avión aterrizando cargado de inyecciones y unas señoras y señores bien equipados controlando el desembarco del material, aquí seguimos con tal descontrol a la hora de defendernos del covid que uno ya no sabe a qué atenerse. Lo vimos el pasado viernes, primera tarde en la que podían abrir los bares entre las 18:00 y las 20:00 tras el cambio de postura -uno más- de la Junta de Andalucía. Al final, ni los clientes ni los empleados de los establecimientos sabían muy bien si tenían permiso para abrir, ofrecer café (con pastas incluidas) o simplemente dar las buenas tardes.

Uno tiene la sensación de que toda decisión que se adopta es fruto de la improvisación, una especie de patada hacia adelante para contentar a los sectores que presionan porque se sienten perjudicados. Ejemplos tenemos en esta Córdoba nuestra, en la que la ampliación horaria de los comercios y la masificación de las calles del Centro se solventó retirando la autorización a los músicos de la calle. Así, sin más.

Lo dicho, aun anteponiendo la responsabilidad personal por encima de todo, no es serio que nos pongan luces de Navidad y a renglón seguido nos pidan que no vayamos verlas; que nos amplíen los horarios comerciales, pero que nos quedemos en casa si es posible; que nos abran más tiempo los bares, pero que, a ser posible, no entremos. Si a ello le sumamos el desconcierto de que en unos lugares hay allegados y en otros no, que en unas comunidades se cierran los municipios y en otras se circula libremente, uno llega a la conclusión de que todos hemos perdido los papeles. Los políticos actúan según sus cálculos electorales y los ciudadanos pensamos solo en nosotros mismos para que sean otros los que asuman el compromiso. A este paso, vamos a terminar sin papeles y empapelados. Nos lo hemos ganado a pulso.

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