Pedro, el paroxista

El sábado sabremos, con seguridad, dónde está cada cuál en este drama a garrotazos

Una de las virtudes de don Pedro Sánchez es esta de exasperar las situaciones hasta precipitar su crisis; o si lo prefieren, hasta llevarlas a su paroxismo. Un paroxismo que, en principio debiera conducir a don Pedro a La Moncloa, pero que probablemente sólo conduzca a una no tan estéril melancolía. Si el jueves y el viernes veremos, una vez más, la ligera y abatida esgrima de Rajoy contra sus esforzados adversarios, también se nos hará evidente, como en un Sinaí parlamentario, las ambiciones políticas de cada cual, y entre las que cabe subrayar la aspiración nacionalista de convertir (ah, el dulce costumbrismo de los costumbristas) la carrera de San Jerónimo en un zoco.

Esto quiere decir que, si no cunde el sobresalto, don Mariano Rajoy seguirá de presidente hasta fecha indeterminada. Y ello a pesar de que su musculatura política adolece, presumiblemente, de rigor mortis. ¿Quién será el delfín de este político esquivo, refinado y letal, cuyo Oficio de Tinieblas hoy entonamos? He ahí la verdadera batalla de don Carnal y doña Cuaresma, librada tras las cortinas, y de la que emergerá un nuevo príncipe florentino -o princesa, ustedes dispensen- con la daga tinta en sangre. De momento, los señores del Círculo de Economía de Cataluña, presididos por el señor Juan José Bruguera, han descubierto que la solución para la cosa catalana es darle la razón a los catalanistas y promulgar una Constitución regional que recoja y defienda su ser específico. Con lo cual, es fácil comprender que el señor Valls haya manifestado, hace muy escasas fechas, que la culpa de todo esto -culpa nacida de la connivencia o la inacción- es de la burguesía catalana. A lo que nosotros añadiríamos, modestamente, el extraño socialismo de los señores Maragall, Obiols, etcétera, mucho más preocupado por destacar la identidad de los identitarios que por promover la igualdad y la concordia entre vecinos.

Volviendo al asunto de la moción, es este socialismo snob y cantonalista el que don Pedro Sánchez no puede practicar en ningún caso. Ello le obliga a eludir tanto el pacto con el carlismo catalán, hoy en rebelión, como con la indisimulada avaricia del PNV. De modo que a don Pedro sólo le queda la voluntariosa irreflexión de Podemos, junto a las ambiciones del señor Rivera, completamente contrarias a su causa. Es decir, que don Pedro no será presidente. Y sin embargo, esta moción habrá servido para algo. El sábado sabremos, con seguridad, dónde está cada cuál en este drama a garrotazos.

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