Divorcio en toda regla. Ayer, en la presentación digital a sus militantes del programa La España que nos merecemos Pedro Sánchez ha borrado a Felipe González y a Zapatero de la lista de ilustres militantes que simbolizan los 141 años de historia del PSOE. Pablo Iglesias, Indalecio Prieto, María Cambrils, Largo Caballero, Ernest Lluch, Carme Chacón, Pérez Rubalcaba, Carmen Alborch y Pedro Zerolo. Ese es el cuadro de honor de Sánchez. Llama la atención que obvie a los dos presidentes socialistas de la democracia española. Hizo un compendio de los logros de sus gobiernos, la sanidad y educación universales, la derrota del terrorismo, la lucha contra la violencia de género, como méritos del partido, sin nombre y apellidos. González sólo mereció una cita de pasada cuando Sánchez aludió al ataque de la derecha a la Ley de Educación del ministro Maravall en los 80.

Extraña además que se atreva a utilizar el nombre de Rubalcaba, el hombre al que dejó de hablar porque definió como gobierno Frankenstein su pretensión de un pacto con independentistas y radicales para llegar a la Moncloa. El ex secretario general explicó en una entrevista en Antena 3 que consideraba inadmisible "contar con el apoyo de Podemos, que está en el derecho de autodeterminación, y con los independentistas, que ya ni le cuento". Sánchez dice ahora que tiende la mano a los demás partidos, pero se encuentra empujado hacia un rincón del tablero político por partidos que más allá de sus diferentes ideologías, democristiana (PNV), liberal (PDeCat) o de la izquierda radical (Podemos, ERC y Bildu), defienden el principio de autodeterminación de los territorios de España.

Con la omisión de Felipe, Pedro corroboró ayer la respuesta que hace dos semanas Adriana Lastra dedicó a las críticas de Alfonso Guerra a los pactos con Bildu y ERC : "ahora me toca a mí". Esa idea de que el tiempo de sus antecesores ya pasó es muy particular. González nació en 1942 y es visto por la nueva dirección de su partido como un viejo trasnochado, pero los norteamericanos acaban de elegir al frente del país a Joe Biden que es del mismo año. (Y los malagueños siguen confiando en un alcalde que comparte la misma quinta).

François Mitterrand estuvo en el Elíseo desde los 64 hasta que tuvo 78 años. Con 76 volvió Winston Churchill al 10 de Downing Street, hasta los 80. Con 81 llegó Sandro Pertini al Quirinal y estuvo hasta los 88 años. En España se guarda un gran respeto a pensadores como Emilio Lledó que sigue impartiendo maestría a los 93 recién cumplidos, o a escritores como Caballero Bonald a sus 94 también recién cumplidos, a quien Julio Neira calificó como "un intelectual insurrecto". Sin embargo, las protestas de González incomodan a su altanero sucesor. No sólo no le quiere escuchar, como tampoco hacía con Rubalcaba, sino que lo borra de la historia.

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