Pasquino

Es nuestro país no tenemos, al menos que yo sepa, estatuas parlantes; su lugar lo ocupan lo ocupan los tuits

A espaldas de la Plaza Navona, en Roma, se encuentra desde 1501 una de las estatuas parlantes de la ciudad, Pasquino. Las estatuas parlantes fueron y siguen siendo el arma con la que Roma ha demostrado su descontento a la arrogancia y a la corrupción de las clases dominantes, sin perder el sentido del humor característico de los romanos. Desde inicios del siglo XVI, autores anónimos colgaban carteles satíricos en el cuello de algunas estatuas de Roma durante la noche, sobre todo en los lugares más transitados de la ciudad, para que, así, a la mañana siguiente, todos pudieran leerlos antes de que la policía los retirara. Los carteles contenían generalmente poemas pero, a veces, se llevaban a cabo verdaderos diálogos humorísticos entre las estatuas. De esta costumbre nacieron excelentes frases literarias satíricas que le dan un toque de color a la historia de la ciudad eterna.

Los textos se caracterizaban por denunciar inmoralidades y abusos de parte de los poderosos, en la mayor parte. Los más atacados por las estatuas fueron los papas o personas con ellos relacionadas, aunque también personajes que formaron parte de la vida política.

Las estatuas parlantes se hicieron famosas en poquísimo tiempo, tanto que los romanos comenzaron a bautizarlas con nombres propios. La estatua más habladora y por consiguiente más famosa era Pasquino, de aquí deriva la costumbre de llamar a estas sátiras Pasquinate (pasquinadas).

Así, siglo tras siglo, estas estatuas, seis, han dicho muchísimas pasquinadas, reflejo de la inestable vida política italiana. En 70 años, 64 gobiernos y los últimos cuatro no democráticos, sino tecnocráticos (Monti, Letta, Renzi y ahora Gentiloni), y además, no sólo el pueblo calla sino que hasta las estatuas parlantes están mudas. Las que aún hablan, ocasionalmente, lo hacen con tonos menos ácidos.

Es nuestro país no tenemos, al menos que yo sepa, estatuas parlantes. Su lugar lo ocupan lo ocupan los tuits. Así criticamos a rectores plagiadores, a alcaldes misóginos, a políticos corruptos y a empresarios corruptores, incluso leemos conversaciones entre rivales políticos. Sólo espero que ni los tuits ni las estatuas parlantes se conviertan en una suerte de sala de terapia que sirva como desahogo desmovilizadora. El silencio de las estatuas parlantes, además de un oxímoron, es un síntoma alarmante.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios