Pásate a la cultura

Si los despachos de la Junta estuvieran más abiertos, quizás oyeran los deseos de los jóvenes que reclaman más cultura

Se corre el riesgo de parecer repetitivo, pero, en estos momentos, si se mira al resto de Europa se ven nubarrones negros casi en todos los frentes. Las reformas necesarias no se emprenden. Los países nórdicos, incluida Holanda, pendientes de su ombligo, no quieren perder ninguna prerrogativa, Hungría y Polonia se encierran en sus tristes nacionalismos, e Italia bracea en su naufragio electoral. Queda, pues, para ilusionarse sólo la Francia de Macron. Allí los ministros gestionan lo cotidiano, sin olvidar conmover a la gente con una nueva iniciativa cada día. Toda una ingeniería intelectual está en marcha. El nuevo presidente, sin apenas partido detrás, ha movilizado a la sólida casta francesa de altos funcionarios que han entrado al trapo de la oportunidad brindada. Es difícil prever cuánto se consolidará de este revuelo, pero al menos se han abierto expectativas, incluida la idea de una cierta refundación de Europa.

Un solo ejemplo: la titular de cultura, Françoise Nyssen, ha recogido el testigo de una promesa electoral, y tiene en fase avanzada el llamado passe culture, que podría traducirse algo así como "pásate a la cultura" o "demos entrada a la cultura" en nuestras vidas. Para ello, como es habitual en el macronismo, ha movilizado a una cuarentena de artistas y escritores, junto con directores de museos, salas de espectáculos y librerías, para crear una aplicación informática en la que se aglutinen todas las propuestas de esos ámbitos que se lleven a cabo, día a día, en cada entorno geográfico francés. La puesta en circulación de esta información beneficiará a la industria cultural, pero también a los ciudadanos. Pero la parte más llamativa del proyecto incluye un añadido, de momento reservado a todos los jóvenes de 18 años (se calculan 800.000 y suponen un gasto de 400 millones) que disfrutarán, a través de tal aplicación, de un donativo de 500 euros para emplearlos en libros, conciertos, viajes, teatros y similares. Quedan flecos por resolver, de forma que este estímulo económico no sea un simple cheque-regalo en blanco (como sucedió en Italia). Se quiere dar libertad de elección de los jóvenes, pero animándolos también a conocer nuevas experiencias y no a reincidir siempre en lo mismo. No está mal el experimento, incluso debería cundir de ejemplo. Si los despachos de la Junta de Andalucía estuvieran más abiertos, quizás oyeran los deseos de los jóvenes que también reclaman una generosa aplicación que dé entrada a la cultura en sus vidas.

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